Historia del rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada
Luis del Mármol Carvajal
Dedicatoria
Los
antiguos y graves escritores procuraron siempre arrimar sus obras debajo de la
protección y amparo de los príncipes más excelentes y estimados de sus tiempos;
y con este ejemplo, habiendo yo escrito la Historia
del rebelión y castigo de los moriscos del reino de Granada, puse
los ojos en darle el favor de vueseñoría, en quien tanto florecen religión y
milicia: dos cosas de que particularmente trata; y también por ser el real
consejo de Castilla, donde vueseñoría preside, autores de un tan grande triunfo
como fue desarraigar los moros de aquel reino, que tantos siglos tuvieron hecho
torpe abismo de maldades, y haber vueseñoría derramado su sangre combatiendo
por su persona el fuerte peñón de Fregiliana, donde herido de saeta mostró el
invicto valor de sus antepasados, haciendo oficio de prudente capitán y de
valeroso soldado. Poníame temor ser juzgado tan ignorante como atrevido en
poner mi bajo estilo en manos de vueseñoría, trayendo consigo tanta desproporción;
más asegurome su mucha afabilidad y nobleza, adornada de linaje, riquezas y
letras: cuanto al linaje, Zúñiga, Avellaneda, Bazán y Cárdenas, nobilísimas y
antiquísimas casas en los reinos de Castilla y de Navarra; cuanto a riquezas,
conde de Miranda, marqués de la Bañeza y señor de las casas de Avellaneda y
Bazán; pues cuanto a las letras, la buena gobernación del principado de
Cataluña y del reino de Nápoles, donde vueseñoría fue visorrey, y el consejo de
Estado del Rey nuestro señor, y las presidencias de los dos reales consejos de
Castilla y de Italia, en que reside, lo testifican. Consideradas todas estas
cosas, determiné de hacer atrevida elección, y escrebí a Pedro Zapata del
Mármol, mi hermano, escribano de cámara del real consejo de Castilla, que
besase a vueseñoría las manos y le suplicase se dignase de dar a la Historia su favor. Respondiome haber
hallado en vueseñoría todo mi deseo con demostración de contento, el cual tengo
tan grande en ver la hija de mi pobre entendimiento tan bien puesta, que no sé
cómo poderlo explicar en los años que me quedan de vida sobre setenta y seis de
mi edad. Los que fueren ofrezco al servicio de vueseñoría, cuyo criado y
servidor me publico de hoy más, en comemoración de tanta merced y favor.
LUIS DEL MÁRMOL
CARVAJAL
Prólogo
Es costumbre antigua,
que aún dura el día de hoy entre los doctos varones y de buen entendimiento,
escrebir y sacar a luz las cosas que por su ingenio o por documento de otros
hallaron ser provechosas a sus repúblicas. Hubo muchos de singular doctrina que
compusieron obras morales para instruir los ánimos en la virtud. Otros
declararon a sus naturales las cosas extrañas y peregrinas por interpretación,
y perpetuaron las proprias para un claro ejemplar en la memoria de las letras,
dando a cada cual su medida, como jueces de la fama y testigos de la verdad.
Los que juntando esta diligencia con la obligación para común aprovechamiento,
y pesando los hechos de la fama, según lo que valieron y pesaron, procuraron
dejar a sus sucesores fiel memoria, con razón deben ser loados, y tenido en
mucho su trabajo, por el amor que tuvieron a su proprio ser. Todas las cosas en
su modo trabajan por perpetuarse. Las que son naturales, en que solamente obra
naturaleza, y no la industria humana, tienen en sí mesmas una virtud generativa
que cuando debidamente son dispuestas, aunque peligren en su corrupción, la
mesma naturaleza vuelve a renovar y les da nuevo ser, con que se conservan en
su propria especie; más las que no son naturales, sino hechos humanos, como no
tienen virtud animada para engendrar cosa semejante a sí, porque con la
brevedad de la vida del hombre no acábasen con su autor, fue necesario que el
mesmo hombre, para conservar su nombre en la memoria dellas, buscase este
divino artificio de las letras, que representase en futuro sus obras. Porque la
habla, siendo animada, no tiene más vida que el instante de su pronunciación, y
pasa, a semejanza del tiempo, que no tiene regreso. Y las letras, siendo
caracteres muertos, contienen en sí espíritu de vida, y lo dan entre los
hombres a todas las cosas, multiplicándolas en la parte memorativa por uso de
frecuentación tan espiritual, en hábito de perpetuidad, que por medio dellas en
fin del mundo serán tan presentes nuestras personas, hechos y dichos a los que
entonces fueren, como lo son el día de hoy, y vemos que vive lo que hicieron y
dijeron los que fueron al principio dél por la literal custodia. Siendo pues el
fruto de los hechos humanos muy diferente del natural, producido de la simiente
de las cosas que fenecen en el mesmo hombre, para cuyo uso fueron criadas, y el
de las obras eterno, por proceder del entendimiento y voluntad, donde se
fabrican y aceptan, que por ser partes espirituales las hacen eternas; de aquí
nos queda natural y justa obligación a ser tan diligentes y solícitos en
conservar la memoria de nuestros hechos, para con ellos aprovecharnos en buen
ejemplo, como prontos y constantes en hacerlos, por el común y temporal
provecho de nuestros naturales. ¿Qué fuera de los trechos de los caldeos,
asirios, medos, persas, griegos, romanos, si Beroso Caldeo, Metástenes, Diodoro
Sículo, Procopio, Trogo Pompeyo, Herodoto, Halicarnasio, Justino, y Tito Livio
y otros no los escribieran? Considerando, pues, que esta diligencia de
encomendar las cosas con fieldad al archivo de las letras, conservadoras de
todas las obras es tan necesaria en nuestra España, cuanto los españoles son
prontos y diligentes en los hechos que competen por milicia, y descuidados en
escrebirlos; porque no se perdiese la memoria de muchos y muy gloriosos
sucesos, que estaban ya casi olvidados, recopilamos y pusimos todo lo que
pareció digno de memoria en el segundo libro de nuestra Descripción de África, que salió a luz en
el año de la redención del mundo 1573, y la dirigimos al católico rey don
Felipe nuestro señor, segundo deste nombre, que la mandó poner en su librería
del Escurial; y después, prosiguiendo en la aceptación del peligroso trabajo de
la historia, escribimos el Rebelión y
castigo de los moriscos del reino de Granada, con todas las cosas
memorables dél: lo cual pudimos hacer con más comodidad que otro, por haber
asistido desde el principio hasta el fin en el ejército de su majestad. Y
trazada y dibujada la obra, la presentamos en el supremo consejo de Castilla,
porque siendo la materia que en ella se trata uno de los mayores triunfos
destos reinos, se publicase con licencia y autoridad de los autores dél. Y
vista y examinada por el licenciado Juan Díaz de Fuenmayor, del consejo y
cámara de su majestad, y últimamente por el licenciado Rivadeneyra, oidor que
fue en la audiencia real de Granada durante esta guerra, que ya lo era del
supremo Consejo, a quien fue cometida, con sus relaciones y pareceres se mandó
imprimir. Cuanto a mí, fue un fruto voluntario que, imitando a la madre tierra,
quise dar con más cuidado y diligencia que si me fuera encomendado, movido de
natural obligación, y con celo casi envidioso de la gloria que los fieles
cristianos que derramaron su sangre y padecieron martirio por nuestro Redentor,
merecieron. Va repartida en diez libros. En el primero se contiene la
descripción del reino de Granada, y la conquista que los Católicos Reyes don
Hernando y doña Isabel hicieron en él, y la conversión de los moros a nuestra
santa fe católica, y las alteraciones que sobre ello hubo; siguiendo en este
particular a Hernando de Ribera, y Alonso de Palencia, y a Hernando del Pulgar,
y a Luis de Carvajal, y a otros autores, y tomando de algunos libros árabes,
que pudimos conformar con certidumbre. El segundo trata de los medios que los [125] príncipes cristianos
procuraron con los nuevamente convertidos para que dejasen las costumbres y
ceremonias de moros. El tercero trata las contradiciones que aquellas gentes
hicieron con razones morales para no dejar de usar de aquellas cosas en que
conservaban la memoria de suera y seta; y como revolviendo sus pronósticos o
jofores, que tenían de tiempo de moros, trataron de hacer novedad. En el cuarto
se pone el principio del rebelión, entrada que los principales autores hicieron
en el Albaicín, y cómo declarándose por moros, hicieron elección de caudillo de
su nación en el Alpujarra, y con bárbara crueldad pusieron hierro y fuego en
los templos sagrados y en los sacerdotes de Jesucristo que moraban en sus
alcarías. En el quinto se trata de la jornada que el marqués de Mondéjar hizo
contra estos rebeldes, y la entrada del marqués de los Vélez por la parte del
reino de Murcia, y el progreso que estos dos campos hicieron, y la venida del
serenísimo don Juan de Austria, hermano del rey nuestro señor, a Granada, para
con su autoridad dar fin a la importuna guerra; y cómo se comenzaron a reducir
los alzados. El sexto trata de las desórdenes de nuestra gente de guerra, que
molestaron tanto los reducidos, que la mayor parte dellos se volvieron a la
sierra; y, cómo su majestad mandó retirar la tierra adentro los moriscos del
Albaicín y vega de Granada, para asegurarlos, y asegurarse dellos. En el sétimo
se contiene la entrada del marqués de los Vélez en el Alpujarra, y la victoria
que hubo de Abén Humeya en Válor, y la muerte de aquel tirano, y cómo los
alzados nombraron en su lugar a Aben Aboo, y el progreso del campo del marqués
de los Vélez. El octavo trata la jornada que don Juan de Austria hizo por su
persona sobre la fuerte villa de Galera, y por los ríos de Almanzora y Almería,
y la entrada del duque de Sesa en la Alpujarra , y la saca de los moriscos que habían
quedado en la vega de Granada. En el noveno se contienen los tratos que hubo
sobre la redución general, y la jornada que don Antonio de Luna hizo en la
serranía de Ronda para despoblar aquellos lugares. Y el deceno trata la
redución de los moriscos de la dicha sierra de Ronda, y la entrada que don Luis
de Zúñiga y Requesenes, comendador mayor de Castilla, hizo en la Alpujarra contra los que
no se habían querido reducir, y el progreso que este campo hizo, y la saca de
los moriscos reducidos que estaban en el reino de Granada, y la muerte de Aben
Aboo y fin desta guerra. Muchas particularidades hallará el lector en estos
diez libros; y si todavía le pareciere que falta algo de lo que él sabe, tome
lo que hallare; porque siendo tan general y de tan varios sucesos, en tantas
partes y a un mesmo tiempo, obligación tendrá de suplirlo con buena discreción,
considerando que no nos faltaría diligencia para saberlos, y que se pudieron
pasar algunas cosas por alto.
Libro primero
Capítulo I
Que trata de la
provincia de la Andalucía, que los antiguos llamaron Bética, y cómo el reino de
Granada es una parte della
La provincia Bética, tan
celebrada de los antiguos escritores en España, es propriamente la que después
llamaron Vandalia o Vandalocia, del nombre de una generación de gentes llamados
vándalos, que moraron y tuvieron señorío en ella. Éstos eran de nación alemanes
y entraron en la Galia, que llaman el día de hoy Francia, con el cónsul
Estilicón, dos años antes que Alarico, rey godo, saquease la ciudad de Roma, en
el año 412 de nuestra salud, que se contaron 1264 de su fundación por Rómulo;
los cuales, acompañados con los borgoñones, alanos y suevos, que también eran
alemanes, guerrearon con los francos, pueblos de la provincia de Franconia que
ocupaban la Galia; y echándolos della por fuerza de armas, les hicieron dar
vuelta a su provincia, y se quedaron ellos en la tierra, robándola a su
voluntad. Contentándose, pues, los borgoñones con aquella parte que llamamos
Borgoña, los vándalos, alanos y suevos pasaron a la provincia de Aquitania, que
es en la de Narbona, y destruyendo y robando todas las comarcas, llegaron a los
montes Pireneos; más no pudieron pasar por entonces a España, porque se lo
defendió nuestra gente en la aspereza y fragosidad de aquellas montañas.
Sucedió en este tiempo que un capitán del Imperio Romano, llamado Gracián, se
apoderó tiránicamente de la isla de Bretaña, donde era natural, y durando poco
en su tiranía, los mesmos soldados del ejército le mataron, y saludaron por
emperador a un soldado particular llamado Constantino, el cual pasó luego a la
Galia contra los vándalos, alanos y suevos, que estaban apoderados della, y
guerreando fuertemente, nunca pudo sujetarlos, y al fin hubo de hacer paz con
ellos, aunque con este nombre de paz le burlaron muchas veces. Envió también
este emperador a España sus gobernadores, que llamaban jueces, para que
rigiesen y gobernasen la tierra en su nombre; los cuales fueron muy bien
recebidos en todas las provincias, y solamente dejaron de obedecer los dos
nobles caballeros hermanos, naturales de la ciudad de Palencia, llamados
Dindino y Veroniano, que siendo ricos y muy emparentados, tomaron la voz de
Honorio, legítimo emperador romano, y por conservarle aquel reino resistieron
mucho tiempo a su costa el ímpetu de los enemigos, y les defendieron la entrada
en España por los Pireneos. Viendo Constantino la resistencia que los dos hermanos
hacían a sus gentes, envió contra ellos a su hijo Constancio, que siendo fraile
le había tomado por compañero en el imperio, con las escuadras de los pitios,
que por otro nombre llamaban honoricianos, porque habían militado en Bretaña en
servicio del emperador Honorio, el cual pasó a fuerza de armas los montes
Pireneos, y llevando consigo los vándalos, alanos y suevos, que, como queda
dicho, ocupaban toda la provincia de Aquitania, entró en España y peleó con
Dindino y Veroniano, y los venció y mató, y destruyó toda la tierra de los
palentinos. Desta vez quedó abierta la entrada a estas gentes, y pasando mucho
número, así vándalos como alanos y suevos, usaron en España insultos, muertes y
crueldades jamás oídas ni vistas. Saquearon la ciudad de Astorga, cercaron a
Toledo, y no la pudiendo tomar, destruyeron toda su comarca, y arrimándose al
río Tejo, pasaron a la ciudad de Lisbona y la cercaron; aunque no pararon allí
mucho tiempo, porque los ciudadanos les dieron gran suma de dineros y se fueron
a otras partes. Discurriendo pues victoriosos por España, andando el tiempo
vinieron a ser señores de las provincias y a repartirlas entre sí. La
Lusitania, que es Portugal, cupo a los suevos; Galicia y Mérida a los alanos, y
la Bética a los vándalos, que también extendieron su señorío después por
África. Esto dice Osorio, y papa Pío, en el compendio que hizo de la historia
del Blondo de Forli, lo trata largamente. Estos vándalos dieron nuevo nombre a
nuestra Bética, y por ellos fue después llamada Vandalia o Vandalocia, y agora
la llamamos corruptamente Andalucía. Los escritores africanos hacen mucha
mención de los vándalos, y los llaman nindeluz, y debajo deste nombre
comprenden todos los moradores de la Bética y todo lo que poseyeron los
vándalos en África, conviene a saber, la tierra que cae desde la sierra Morena
hasta el mar Mediterráneo, y las dos Mauritanias, Tingitania y Cesariense, y
parte de la Numidia y de la África propria, especialmente lo que cae hacia
nuestro mar; los cuales destruyeron a Cartago, como lo dice el Johorí en su
Loga, y Mahomete Aben Jouhor en su Geográfica. Y aunque este nombre nindeluz se
ha ido perdiendo entre los moradores de Berbería, en España se ha conservado y
conservó siempre entre los moros, y los cristianos [127] naturales desta
provincia los llaman andaluces. No dejaré de decir en este lugar como algunos
escritores árabes llaman por oprobrio a los vándalos nindelez, nombre derivado
de delez, que en su latinidad
árabe significa cosa de poca confianza o falsa, imputándolos de falsos; y si
bien se considera, las grandísimas crueldades, la poca fe y sobra de malicia
que los vándalos usaron en Francia, en España y en África, sin respetar cosa
divina ni humana, parecerá haberles aplicado los alárabes tan satíricos aquel
nombre con alguna manera de razón, siendo poco diferente del proprio. Pasando
después los vándalos en África con Genserico su rey, so color de socorrer a
Bonifacio contra Sisulfo, los visogodos, que habían movido las armas contra
ellos, ocuparon la provincia Bética y la poseyeron hasta que los alárabes
destruyeron a España; los cuales pusieron la silla de su imperio y seta en la
ciudad de Córdoba, y la hicieron cabeza de la Bética o Vandalia. Más,
declinando después las cosas de los alárabes, hubo entre ellos muchos reyes, y
siendo poco poderosos, guerreando con ellos cuarenta y cuatro reyes cristianos
por espacio de setecientos setenta y tres años, al fin les fueron ganando las
ciudades, villas y castillos que tenían, yéndolos arrinconando siempre hacia la
costa del mar Mediterráneo, donde está el reino de Granada, última parte de la
provincia Bética. Con los moros que huían de las armas de los príncipes
cristianos se ennobleció y pobló este reino, y floreció la famosa y gran ciudad
de Granada, y su rey se hizo rico y poderoso de gente, armas y municiones; y
tanto, que pudo sustentarse largos tiempos. Esta noble ciudad dio nombre a todo
el reino, más no por eso perdieron los moradores della y dél el nombre de
andaluces o nindeluces, como los otros pueblos de la Bética o Andalucía; y así
los llaman todavía los africanos.
Capítulo II
Que trata de la
descripción del reino de Granada, como lo poseía el rey moro Abul Hacen cuando
los católicos reyes don Hernando y doña Isabel comenzaron a reinar en Castilla
y en León
El reino de Granada,
como queda dicho, cae en la última parte de la provincia Bética sobre el mar
Mediterráneo, y fue lo postrero que los moros, enemigos de nuestra santa fe,
sustentaron en España, y de lo primero que los alárabes ocuparon en su primera
entrada, los cuales le llaman Belel el
Nindiluz, como si dijésemos la tierra de los andaluces; más algunos
antiguos le llamaron provincia de Iliberia, por una famosa ciudad que allí
había, de que haremos particular mención en esta historia. Los límites deste
reino, cuando los católicos reyes don Hernando y doña Isabel reinaron por
divina permisión en Castilla y en León, eran en esta manera. A la parte de
poniente comenzaba desde los términos marítimos más orientales de la ciudad de
Gibraltar, que los alárabes llaman Gibel
Fetoh, que quiere decir monte de la entrada de la victoria, desde
una señal que hoy día llaman los moradores de aquella tierra las Tres Piedras,
y extendiéndose largamente sobre el Mediterráneo, llegaba a la parte de levante
hasta el reino de Murcia, bañándole los mares Hercúleo, Iberio y parte del
Sardoo, que cae en el occidente del Mediterráneo. Al cierzo confinaba con otros
lugares de la Andalucía que los reyes cristianos habían cobrado en diferentes
tiempos y ocasiones de guerras, como son las villas de Castellar, Jimena,
Espera, Zara, la Torre el Haquín, Olvera, Villa Martín, Cañete, Hardales,
Estepa, el Pontón de Don Gonzalo, Lucena, Cabra, Baena, Rute, Luque, Martos,
Torrejimena, Torre el Campo, la ciudad de Jaén, la Guardia, Pegalajar, Torres
Jimena, Belmar, Jódar y Quesada. Y pasando más adelante, confinando con los
lugares del adelantamiento de Cazorla, y por las faldas de la sierra de Segura
se iba a juntar con el reino de Murcia. Todo lo que cae en este ámbito
comprendía el reino de Granada, y era poseído por el rey moro en aquel tiempo,
y había algunas ciudades y villas en él, que siendo ocupadas por los reyes
cristianos, la sustentaban y tenían en ella sus fronteras. Estas eran Antequera
y Alcalá la Real y la villa de Archidona, y otras que no se comprenden ahora en
el reino de Granada, sino en la otra parte de la Andalucía; no embargante que
todas las villas y castillos que no son de la antigua jurisdicción de las
ciudades de Córdoba y Sevilla, fueron antiguamente de la provincia o reino de Iliberia,
como lo dice Aben Raxid en un libro que hizo en Córdoba por mandado del halifa
de Damasco, intitulado Departimiento de las
tierras de España, y entrada y conquista que los alárabes hicieron en ella.
Volviendo pues a nuestra descripción, atraviesan por el reino de Granada, de
poniente a levante, dos sierras, la una mayor, más alta y más fragosa que la
otra. La que es mayor cae hacia el mar Mediterráneo, y tomando principio cerca
de la ciudad de Gibraltar, hace las serranías de Ronda, y prosiguiendo entre
las ciudades de Málaga y Antequera, deja la hoya y la jarquía a mano derecha, y
va por entre Vélez y Alhama. En este paraje hace el puerto que llaman de Zalia
o Calha, llamado así del nombre de una fuerte villa que había junto a él en
aquel tiempo hacia la parte de mediodía, la cual fue despoblada después que los
Católicos Reyes ganaron aquel reino, y allí hicieron una fortaleza por bajo del
sitio antiguo, donde hubo muchos años gente de guerra para la seguridad de
aquel paso; y aun se ven el día de hoy los muros en pie, yendo por el camino
que va de Vélez a Alhama sobre mano izquierda. Desde este puerto vuelve una
cordillera de sierra, que procede de la mayor y va hacia la mar, llámanla
tierra de Tejeda por los muchos tejos que hay en ella, que son unos árboles
derechos y altos como el aciprés, y la madera es semejante al pino, y se
aprovecha rolliza sin aserrar para enmaderar las casas y para otras muchas
labores. Bajando pues por la cordillera desta sierra, que es alta y muy
fragosa, a la mano derecha está pegada con ella otra sierra más baja, que la va
acompañando hasta la mar, y la llaman sierra de Bentomiz, del nombre de una
villa antigua que fue edificada en ella por los alárabes primeros que
conquistaron en España, y por un linaje de ellos llamado Beni Tumi, que también
pobló en la provincia de Argel en Berbería, y señoreó aquella ciudad muchos
tiempos. En esta sierra de Bentomiz poblaron los moros muchos lugares, y vivían
en ellos ricamente por la cría de la seda, y por las pasas, higos y almendras
que allí se cogen. Hacia la mar se hace un peñón alto y muy fragoso, que llaman
el peñón de Fixiniana, del nombre de otro lugar que está cerca dél, que los
cristianos llaman corruptamente Fixiniana, del cual haremos [128] particular mención
cuando tratemos de la jornada que don Luis de Requesenes, comendador mayor de
Castilla, hizo sobre él. Volviendo pues al puerto de Zaha, donde se hace en lo
alto de la sierra una hermosa dehesa de yerba y de encinares, que los moros
llaman Hesfaaraaya, que quiere decir campo de pastores, y los nuestros
Safarraya, prosigue todavía esta sierra mayor, dejando a mano derecha la ciudad
de Almuñécar en la costa de la mar, y a la izquierda la de Alhama, y va a dar a
otro peñón que está encima de los lugares de las Guájaras, no menos fragoso y
fuerte que el de Fixiana, donde también hubo empresa memorable en esta guerra;
y quedando a la marina en este paraje el fuerte castillo y villa de Salobreña,
va a dar la sierra al valle de Lecrín. A mano izquierda del proprio valle está
la fértil y espaciosa vega de Granada, y a la derecha la villa de Motril y su
tierra. Luego se vuelve a levantar en mayor altura y prosigue todavía para
Levante, teniendo al mediodía las sierras de Lanjarón y la taa de Órgiba, y a
la parte del cierzo la nombrada y gran ciudad de Granada. Desde aquí para
adelante llaman esta sierra Sierra Nevada, por la continua nieve que hay en
ella, y los antiguos la llamaron Oróspeda, los alárabes Xolair; y en las
vertientes della que caen hacia la mar están las taas de la Alpujarra, que Aben
Raxid llama tierra del Sirgo, por la mucha seda que allí se cría. Los alárabes
llaman esta tierra Abujarra, que quiere decir la rencillosa y pendenciera,
porque, como dicen sus escritores, muchos tiempos después de haber conquistado
los alárabes en España, se defendieron los cristianos en la aspereza de
aquellas sierras, y si los sujetaron, fue con que los dejasen vivir en nuestra
fe; la cual fueron después dejando poco a poco, y vinieron a tomar los ritos y
ceremonias de su seta; y esta soberbia de ser invencibles en sus sierras les
duraba hasta nuestros tiempos. Dice Aben Raxid, exagerando la fortaleza de
España: «Esta provincia está cercada de tres fuertes muro, que su naturaleza le
dio para guarda y defensa de sus naturales: al mediodía tiene las asperísimas
sierras del Sirgo, que mucho tiempo estuvieron por los cristianos; a levante
los montes Pireneos; a septentrión otras montañas, donde también se
encastillaron los moradores de la tierra contra el poder de los romanos, de los
godos y de los alárabes». Hasta aquí dice Aben Raxid. Nueve leguas a levante de
Granada, en los llanos que se hacen al pie de Sierra Nevada, a la parte del
cierzo está la ciudad de Guadix, y otras ocho leguas más adelante la de Baza,
en el paraje de la cual hace la sierra mayor un valle que llaman río de
Almanzora, por un río que corre por él con aquel nombre; y a la mano derecha,
sobre la costa de la mar, está la ciudad de Almería, que en un tiempo compitió
con Granada en riquezas y población. Proceden de la sierra mayor muchos ramos
que van a dar a la mar con nombres de las poblaciones que han en ellos, como
son Gádor, Filabres y otros muchos. Y aunque la sierra principal se quiebra en
el río de Almanzora, después se vuelve a levantar y prosigue no con tanta altura;
y dejando a la marina las ciudades de Vera y Mojácar, se va a meter en el reino
de Murcia, donde la dejaremos, por no hacer más al propósito de nuestra
historia. Toda esta sierra que hemos dicho, y las otras que proceder della, son
muy fragosas, y por la mayor parte habitables las haldas y senos dellas, donde
tienen los moradores muchas y muy buenas tierras de pan y mucha yerba para la
cría de los ganados, especialmente en los llanos que caen de una parte y otra
de la sierra mayor; de la cual proceden muchas fuentes de aguas frías que bajan
por los valles y quebradas, con las riberas llenas de arboledas de toda suerte,
y convirtiéndose después en diferentes ríos, corren diferentemente unos a la
mar y otros a la parte del cierzo; y por todas partes tenían los moros muchos
lugares poblados de gente rica por la cría de la seda y del ganado, que es la
principal granjería de aquella tierra. La otra sierra menor cae a la parte del
cierzo, en los confines que ahora llamamos Andalucía. Esta es la sierra de Illora,
que los moros llaman Barbandara, y no es tan fragosa como la que hemos dicho.
Hay en ella muchas villas y castillos fuertes, donde los reyes de Granada
tuvieron grandes tiempos su frontera contra los cristianos; y la tierra es muy
apropriada para labores, y se coge por toda ella mucho pan, porque se quiebra
muchas veces, y hace valles, lomas y cerros bajos, que todo se puede romper con
el arado; y desta manera va prosiguiendo por los mismos parajes que la sierra
mayor de poniente hacia levante con diferentes nombres, seguir la población de
las villas y castillos que hay en ella. Entre estas dos sierras está la nobleza
de todo el reino de Granada, en las ciudades de Ronda, Antequera, Alhama, Loja,
Granada, Guadix y Baza; y sobre la costa de la mar están otras ciudades
marítimas, como son Marbella, Málaga, Vélez, Almuñécar, Almería, Mojácar, Vera;
y en todas ellas hay muchos caballeros y gente noble, que proceden de los
conquistadores de la tierra, a quien los Católicos Reyes dieron largos
repartimientos en pago y remuneración de sus servicios. Otras tres poblaciones
hay también con título de ciudades en este reino, llamadas Ugíjar y Cobda en la
Alpujarra, y Purchena en el río de Almanzora, que son menos nobles que las
otras. Esto es lo que en general se puede decir del reino de Granada; adelante
le iremos describiendo más en particular en los lugares que tocaremos en el
discurso de la historia.
Capítulo
III
Que trata de la antigua
ciudad de Iliberia, que fue en este reino de Granada
La antigua ciudad de
Iliberia, de quien hacen mención algunos escritores antiguos, según lo que
adelante diremos, fue en la provincia Bética. Aben Raxid, en aquel libro que
dijimos que hizo en Córdoba, hablando desta provincia, dice desta manera:
«Iliberia» (aunque otros leen Eliberia, porque como en la gramática árabe son
las vocales puntos, fácilmente se toma la e
por la i, y la o por la u, porque diferencian poco en los lugares de los caracteres
donde se ponen, como se hace también en lo hebraico, que se diferencia la vocal
solamente en ser un punto o dos puntos puestos en un mesmo lugar); finalmente,
Aben Raxid dice: «Iliberia, ciudad grande y rica por el mucho sirgo que de allí
sale a todas partes de España, está sesenta mil pasos de Córdoba hacia el
mediodía, y seis mil pasos de la sierra de la Helada hacia el cierzo; están en sus
términos los castillos siguientes: Jaén, Baeza, donde se labran ricas
alhombras; Loja, Almería y Granada, [129] que antiguamente se llamó villa de los Judíos,
porque la poblaron judíos, y es la más antigua población del término de
Iliberia, por medio de la cual pasa el río Salón, que nace en el monte del
Arrayán, y entre sus arenas se hallan granos de oro fino. Y con él se junta
luego otro río mayor, llamado Singilo, que baja del monte de la Helada. Y en
estos términos está el castillo de Gacela, que ninguno semeja tanto a la ciudad
de Damasco en riqueza como él; y en su término hay ricas piedras de mármol
fino, blancas y negras y matizadas de diversas colores». Hasta aquí dice Aben
Raxid. De donde se colige haberse llamado Gacela en algún tiempo las alcazabas
antiguas de la ciudad de Granada, que sin duda fue población de alárabes y la
primera que hicieron en aquella ciudad, por lo que se dirá adelante, la cual
hallamos haberse también llamado Hizna Román. Por estas razones se deja bien
entender haber sido la antigua ciudad de Iliberia cerca de la ribera del río
Cubila, que pasa al pie de la sierra que los modernos llaman sierra Elvira, a
la parte del cierzo, donde hemos visto muchos vestigios y señales de edificios
antiquísimos. Y los moradores de los lugares comarcanos se fatigan en vano
cavando en ellos, pensando hallar tesoros, y han hallado allí medallas muy
antiguas de tiempo de gentiles. Y lo que más arguye que sea esto así, es la
distancia que hay de allí a Córdoba y a la sierra de la Helada, que es la mesma
que dice Aben Raxid. Finalmente, Iliberia fue ciudad populosa, cabeza de
obispado, y San Cecilio fue obispo della en la primitiva iglesia, y la iglesia
catedral de la ciudad de Granada celebra su fiesta el día de hoy. Y el concilio
iliberitano parece más verisímil haber sido en esta ciudad que en Iberia,
ciudad de Cataluña, llamada hoy Colibre, de quien trata Pomponio Mela. Los que
llamaron esta ciudad Eliberia dicen que la fundó Eliberia, hija de Ispán, y que
le puso su nombre; a lo cual no contradigo, por la facilidad con que se pudo
trocar aquella letra primera en tantos siglos; más si bien se consideran los
nombres que Tito Livio y otros escritores antiguos nos dan de las ciudades que
florecían en aquellos tiempos en España, hallaremos que la mayor parte dellos
comienzan en I, que es la letra
primera del nombre de Ispán, que la pobló, como son Iliturgi, Ilerda, Ilegita,
Ilipa, Ilucia, Ibera y otras muchas. Y aun los nombres de las ciudades de
África que eran principales comenzaban todas en T, muchas de las cuales mantienen todavía los nombres
antiguos, como son Taftana, Taculet, Tagaost, Tarudant, Tazarot, Tamarrocx y
otras muchas. Y la lengua antigua africana se llama tamazegt, y los moros en lo arábigo interpretan lengua
noble, y la llaman quelem amaric,
tomando aquella T por epíteto,
por ser la primera letra del nombre del primer poblador, que fue Tut, nieto de
Noé. Volviendo pues a nuestra Iliberia, aquel escritor árabe dice que los
gentiles, a quien ellos llaman gehela,
destruyeron esta ciudad antes que los alárabes conquistasen en España, y que
los vándalos la ennoblecieron, y estuvo próspera en su tiempo, y que los
alárabes la ganaron por fuerza de armas, y la destruyeron y asolaron gran parte
della; finalmente, fueron ellos los que la acabaron de destruir, mudando la
población que había quedado a la ciudad de Granada, de la cual diremos
adelante: solamente se advierte al lector que Elvira es nombre corrompido al
gusto de nuestra lengua vulgar, porque los moros llaman la sierra donde fue esta
ciudad de Iliberia Gebel Elbeira,
que quiere decir sierra desaprovechada o de poco fruto, porque no tiene agua ni
leña ni aun yerba. Otros la llaman sierra de los Infantes, porque a un lado
della, a la parte de Granada, junto a un lugar que llaman el Atarfe, tuvieron
asentado su real los infantes don Juan y don Pedro, su sobrino, hijo y nieto
del rey don Alonso el Sabio; y siendo desbaratados por Odrilán o Hozmín,
alcaide de Ismael, rey de Granada, murieron entrambos a dos en el año del Señor
1320. Despoblada Iliberia, solamente quedó en pie el castillo y algunos barrios
en la ribera del río, y los reyes moros daban aquella tenencia a deudos suyos o
a personas de cuenta. Y estando en Granada el año de 1571, nos mostró un
morisco dos títulos de aquella alcaidía, que había sido de sus pasados, los
cuales estaban en un papel grueso como de estraza, muy bruñido y colorado, y
algunas letras mayúsculas de oro, que cierto fue contento verlos por su
antigüedad y por el estilo de las patentes de aquellos reyes. Este castillo
estuvo muchos tiempos en pie, hasta que los Reyes Católicos le derribaron en
las entradas que hicieron en la Vega. Vense todavía allí junto al río dos
barrios, que llaman Pinos de la Puente.
Capítulo IV
En que se declara dónde
fue la villa de los Judíos que Raxid dice
Conforme a lo que Raxid
dice, la villa de los Judíos fue en aquella parte de la ciudad de Granada que
está en lo llano entre los dos ríos referidos, que los naturales llaman por
Salón Darro, y por Singilo Genil, desde la parroquia de la Iglesia Mayor hasta
la de Santo Matía, donde se hallan cimientos de fábricas muy antiguas; y la
fortaleza debió ser donde ahora están las torres Bermejas, porque según fuimos
informados de los naturales de la tierra, el muro que baja destas torres, roto y
aportillado en muchas partes, es el edificio más antiguo desta ciudad; y los
demás que cercaban la villa debieron de irse deshaciendo como se fue
acrecentando la población. Conforme a esto trae verisimilitud lo que el curioso
Garibay, escritor moderno, dice en su Compendio
historial, que Granada se llamó Garnat, que en lengua hebrea quiere
decir la Peregrina, porque la poblaron los judíos que vinieron a España en la
segunda dispersión de Jerusalén. Cuanto a esto, entiendo que debieron ser los
de Nabucodonosor, que vinieron muchos años antes, y éstos eran de Fenicia, de
Tiro y Sidón, y se llamaron mauros mauróforos. Poblaron en esta costa y en la
de África las ciudades libias fenicias, y dellos tomaron nombre las Mauritanias
Tingilania y Cesariense. En los altos pues que caen sobre Granada parece que
pudo estar fundada la antigua ciudad de Illipa, que refiere Tito Livio en el
quinto Ebro do la cuarta década cuando dice que cerca della Publio Cornelio
Escipión, procónsul romano, venció a los lusitanos que andaban robando aquella
tierra, y les mató quince mil hombres y les quitó la presa que llevaban; y
llegándose a la ciudad de Illipa, lo puso todo delante de las puertas para que
los dueños conociesen lo que les habían robado, y se lo restituyó. Y conforme a
esto los judíos debieron de poblar entre los dos ríos referidos, y no en los
altos, donde Dios habría permitido [130] la destruición de aquella ciudad, como de otras
muchas deste reino. No he podido hallar más claridad, en cuanto a esta villa de
los Judíos, de la referida; más en lo que toca a la población que los alárabes
y moros hicieron en la ciudad de Granada, en qué tiempos y por qué razón, y los
nombres de las fortalezas y barrios della, y de la manera que se fue aumentando
y ennobleciendo, todo esto diremos con mucha certidumbre, porque pusimos
diligencia en saberlo, así por relaciones de moriscos viejos, como por
escrituras árabes y letreros esculpidos en piedras antiguas que vimos en las
ruinas de los soberbios edificios desta ciudad.
Capítulo V
En el cual y en los que
se siguen se trata de la descripción de la ciudad de Granada y de su fundación
El sitio
de la ciudad de Granada como se ve el día de hoy es maravilloso y harto más
fuerte de lo que desde fuera parece, porque está puesta en unos cerros muy
altos, donde a mi juicio fue la antigua Illipa, que proceden de otros mayores
que la ciñen a la parte de Levante y del cierzo; y ocupando los valles que hay
entre ellos, se extiende largamente por un espacioso llano a la parte de
poniente, donde está una hermosísima vega llana y cuadrada, llena de muchas
arboledas y frescuras, entre las cuales hay muchas alcarías pobladas de
labradores y gente del campo, que todas ellas se descubren desde las casas de
la ciudad. A las espaldas destos cerros está una sierra, que se alza desde el
río de Aguas Blancas, que corre entre ella y la de Güejar, y va hacia el cierzo
con diferentes nombres. Al principio la llamaban sierra de Güete de Santillana,
luego sierra del Albaicín, y al cabo sierra de Cogollos y de Hiznaleuz; por
manera que estando cercado el sitio desta ciudad por esta parte de sierras
ásperas y muy fragosas, llenas de muchas quebradas, y teniendo al mediodía la
sierra Mayor y la Alpujarra, jamás fueron poderosos los reyes cristianos para
poderla cercar, sino fue por la parte de la Vega, donde pusieron algunas veces
su real para solo talar y destruir los panes y arboledas que había en ella y
necesitar a los moradores con hambre. Estaba esta ciudad en tiempo de moros
cercada de muros y torres de argamasa tapiada, y tenía doce entradas al
derredor, en medio de fuertes torres con sus puertas y rastillos, todo doblado
y guarnecida de chapas de hierro, y sus rebellines y fosos a la parte de fuera;
y había tanto número de gente de guerra dentro y en los lugares de las sierras
sus comarcanas, que con razón la podemos poner en el número de las muy fuertes
y poderosas; más después acá se ha tenido y tiene menos cuenta con su
fortificación, gozando los conquistadores de la dorada paz. La primera
fundación desta insigne ciudad, como dijimos en el capítulo antes deste, fue la
que llama Raxid Villa de Judíos, que debió ser cerca de la antigua Illipa, como
queda dicho en el capítulo antes deste. Después desto, cuando Tarique Aben Zara
ganó a España, unos alárabes de los que vinieron con él de Damasco edificaron
cerca delta un castillo fuerte sobre un cerro que agora cae dentro de la
ciudad, llamado el cerro de la Alcazaba antigua. A este castillo llamaron Hizna
Román, que quiere decir el castillo del Granado, porque debía de haber allí
algún granado, de donde tomaron la denominación, y desto dan testimonio las
escrituras antiguas, que hemos visto en aquella ciudad, de posesiones que están
dentro del ámbito dél; y aunque está desmantelado a la parte de la ciudad por
razón de la población de casas que fue después creciendo, lo que cae afuera se
tiene todavía los muros en pie, y los moriscos le llaman Alcazaba Cádima, que
quiere decir castillo o fortaleza antigua. También nos mostró un morisco unas
letras árabes, escritas en una tapia deste proprio muro antiguo, que parecía
haber sido hechas con algún hierro o palo delgado, estando la argamasa blanda,
al tiempo que tapiaban, en las cuales se contienen palabras del Alcorán, que es
testimonio de haberse hecho en tiempo de alárabes setarios, y no antes. El
mesmo nos certificó que podía haber cuarenta años que había visto unas letras
árabes esculpidas en una piedra antigua, que estaba sobre la boca del aljibe de
la iglesia de San Jusepe, que decían como los vecinos de Hizna Román habían hecho
aquel aljibe de limosnas para servicio de los morabitos de aquella mezquita,
porque en esta iglesia y al pie de la torre antigua que está en ella estaba una
ermita o rábita, que llamaban Mezquit el Morabitín, y era de las primeras que
los alárabes edificaron en aquella tierra, la cual estaba fuera de los muros de
Hizna Román, y lejos del río Darro, en la mitad de la ladera del cerro. Y
porque los morabitos tenían trabajo en haber de bajar por agua al río,
acordaron de hacerles allí aquel aljibe, y que Diego Fustero, mayordomo de
aquella iglesia, había quitado de allí la piedra, queriendo hacer un aposento
sobre el proprio aljibe. Otros nos dijeron que cuando el emperador don Carlos
fue a la ciudad de Granada el año del Señor 1526, un morisco principal, llamado
el Zegrí, había hecho quitar todas las piedras de letreros árabes que había en
el Albaicín y en la Alcazaba, y que había quitado aquella piedra entre las
otras. Baste esto para testimonio de que se llamó esta Alcazaba Hizna Román.
Creció después su población hacia el río Darro, y en el año del Señor 1006
había ya otra nueva Alcazaba entre la vieja y el río, que tenía más de
cuatrocientas casas, la cual llamaron Alcazaba Gidid, que quiere decir Alcazaba
Nueva. Esta segunda población dicen que hizo un africano, natural de las
sierras de Vélez de la Gomera, llamado el Bedicí Aben Habuz, y que la llamó
Gacela, tomando la denominación de un animal que hay en África, muy bien
compuesto y de grande ligereza, que anda siempre tan recatado, que no se asegura
sino en las cumbres y lugares altos de donde descubra y señoree la tierra, y le
llaman los africanos gacela; porque este hombre guerrero la mucha experiencia
le daba a entender que para sustentarse en aquella tierra era menester estar
siempre en vela. En el ámbito de la Alcazaba nueva hay tres barrios, que parece
haber sido cercados cada uno de por sí en diferentes tiempos, y todos estaban
inclusos debajo de un muro principal. El primero y más alto está, junto con la
Alcazaba antigua, en la parroquia de San Miguel, y allí fueron los palacios del
Bedicí Aben Habuz, en las casas del Gallo, donde se ve una torrecilla, y sobre
ella un caballero vestido a la morisca sobre un caballo jinete, con una lanza
alta y una adarga embrazada, todo de bronce, y un letrero al través de la
adarga que decía desta manera: Calet el
Bedicí Aben Habuz guidate habez Lindibuz; que [131] quiere decir: Dice el
Bedicí Aben Habuz que desta manera se ha de hallar al andaluz. Y porque con
cualquier pequeño movimiento de aire vuelve aquel caballo el rostro, le llaman
los moriscos Dic reh, que
quiere decir gallo de viento, y los cristianos llaman aquella casa la casa del
Gallo. El segundo, donde había la mayor contratación antiguamente, cuando
florecía Gacela, es el de la parroquia de San Josef. Allí estaba la mezquita de
los morabitos, y tenían sus casas los mercaderes y tratantes. Y el tercero era
el de la parroquia de San Juan de los Reyes, iglesia edificada por los Reyes
Católicos en el sitio de una mezquita que los moros llamaban mozchit el Teibin, que quiere decir
mezquita de los Convertidos: llamábanle barrio de la Cauracha por una cueva que
allí había, que entraba debajo de tierra muy gran trecho, porque caura en arábigo quiere decir cueva. De
aquí fabularon algunos, diciendo que una señora llamada Nata moraba en Iliberia
y encerraba su pan en aquella cueva, y que de allí se tomó el nombre de
Garnata, porque gar quiere
decir cueva o cosa honda. Andando pues el tiempo, vino a extenderse la
población de la Alcazaba Nueva hasta llegar al proprio río Darro, donde se
pobló otro barrio agradable y muy deleitoso, que llamaron el Haxariz, que
quiere decir la recreación y deleite, el cual es muy celebrado en los versos de
los poetas árabes por las muchas fuentes, jardines y arboledas que los regalados
ciudadanos tienen dentro de las casas. Este barrio comienza desde San Juan de
los Reyes, y llega hasta el río Darro, donde está la parroquia de San Pedro y
San Pablo, y hasta llegar al monasterio de Nuestra Señora de la Victoria, que
cae en él.
En que prosigue la
descripción y fundación de la ciudad de Granada
Todas estas poblaciones
vinieron después a incluirse debajo de un solo muro, cuyos vestigios y señales
se ven en muchas partes entre las casas de los ciudadanos, y por defuera se
está todavía en pie el muro desde la puerta de Guadix, por el cerro arriba,
hasta bajar a la puerta Elvira por la otra parte. Algunos quisieron decir que
por estar los barrios cercados cada uno de por sí, inclusos en el muro
principal, de la manera que están los cascos dentro de la granada, y la Alcazaba antigua puesta
en la corona del cerro, se llamó la ciudad Granada; lo cual yo no apruebo ni
repruebo, aunque trae harta similitud la ciudad con el nombre. Poblose también
otro barrio por bajo de las casas del Gallo y fuera de los muros de la Alcazaba , a manera de un
arrabal llamado el Cenete, donde moraban una generación de moros africanos
llamados Beni Ceneta, que venían a ganar sueldo en las guerras, y los reyes
moros se servían dellos como de milicia segura, para guardia de sus personas; y
por tenerlos cerca de sí, cuando sus palacios eran en las casas del Gallo les
dieron aquel sitio donde poblasen, el cual es áspero, y se extiende por una
ladera abajo hasta llegar a lo llano. Despoblose después la ciudad de Iliberia
por los daños que los cordobeses hacían a los vecinos que habían quedado en
ella, o por mejorarse en la nueva población que florecía y se iba cada día
aumentando, y en todo se hacía muy semejante a la ciudad de Fez, que pocos años
antes había sido edificada en la Mauritania Tingitania ,
y ennoblecida por los setarios de la casa de Idrís, como dijimos en nuestra
África, y las gentes que della vinieron poblaron aquel llano, que está debajo
del barrio del Cenete y de la parte de la Vega hasta la plaza Nueva, y andando el tiempo
vino a henchirse de casas el espacio que había vacío entre la Alcazaba y la villa de
los Judíos, que eran huertas y arboledas. Hecho un cuerpo y una ciudad, los
Reyes la ciñeron de muros y torres, como se ve el día de hoy; en la cual hay
catorce puertas principales, sin las dos que están en el barrio del Albaicín,
para el uso de los moradores, que todas tienen nombres moriscos, aunque
corruptos: la primera y principal llamaron Bib Elbeira; ésta es la puerta de
Elvira, que cae a la parte de la sierra Elvira, donde estaba la ciudad de
Iliberia; y volviendo hacia poniente está Bib el Bonaita, que quiere decir
Puerta de las Eras, y agora se llama Puerta de San Jerónimo, porque se sale por
ella al monasterio de señor San Jerónimo. Luego sigue Bib el Marstán, que
quiere decir Puerta del Hospital de los Incurables, porque donde agora está
Sant Lázaro había un hospital de incurables, y los cristianos la llaman Bib
Almazán. Adelante está la puerta de Bibarrambla, que los moros llamaban Bib
Ramela, puerta del Arenal. Luego está Bib Taubin, puerta de los Curtidores, y
adelante Bib Lacha o puerta del Pescado; luego siguen Bib Abulnest, que llaman
puerta de la Madalena ;
Bib el Lauxar, que hoy es la puerta del Alhambra, o de la calle de los Gomeres;
Bib Gued Aix, Puerta de Guadix; Bib Adam, puerta del Osario, y agora puerta del
Albaicín; Bib el Bonut, puerta de los Estandartes, porque en la torre que
estaba sobre ella se arbolaba el primer estandarte cuando había elección de
nuevo rey u otra cosa señalada en Granada. Y pasando más adelante, está deshecha
la puerta que llamaban del Beiz, que quiere decir del Trabajo o de los
Trabajadores; luego está Bib Cieda, puerta de la Señoría , la cual estuvo
grandes tiempos cerrada, por un pronóstico que tenían los moros, que les decía
que por allí había de entrar la destruición del Albaicín, que es otro barrio
muy grande, de que haremos mención adelante; y la mandó abrir el año de 1573
don Pedro de Deza, presidente de la Real Audiencia de Granada, que después fue
cardenal de la Santa
Iglesia de Roma. La otra es Bib el Alacaba, que quiere decir
la puerta de la Cuesta ,
la cual sale a la cuesta que baja por defuera del muro de la Alcazaba , encima de la Puerta Elvira , y es
de las más antiguas puertas de Granada. Este barrio del Albaicín se comenzó a
poblar en tiempo que reinaba en Castilla el rey don Hernando el Santo, cerca de
los 1227 años de Cristo. Poblose de los moros que despoblaron las ciudades de
Baeza y de Ubeda, los cuales, por no ser mudéjares del Rey, se fueron a vivir a
Granada, y Aben Hut, rey de aquella ciudad, los recogió y les dio aquel sitio
donde poblasen. Los primeros fueron los de Baeza, y siete años después los de
Úbeda. Tomó nombre de sus primeros pobladores, creció tanto con las gentes que
acudían de todas partes huyendo las armas de los príncipes cristianos, que vino
a competir en riquezas, en nobleza de edificios y en contrataciones con los
antiguos ciudadanos de Granada.
En que prosigue la
descripción de Granada, y trata del reino de los Alahamares, y de los edificios
que edificaron
Sucedieron después desto
grandes guerras entre los moros de España, levantándose muchos caudillos con
título de reyes, más molestos que poderosos, y entre ellos uno llamado Mahamete
Abuzaid Ibni Aben Alahamar de quien hacemos particular mención en nuestra
historia de África, que se apoderó de todo el reino de Granada, y reinaron en
él sus descendientes hasta el año de 1492. Estos reyes se hicieron ricos y
poderosos con las ocasiones de los tiempos, y ennoblecieron su ciudad unos a
porfía de otros; renovaron los muros y acrecentáronlos por muchas partes;
cercaron el Albaicín, hicieron castillos y fortalezas, y edificaron suntuosos
palacios para su morada. Reinando pues Abí Abdilehi, hijo de Abuzaid, segundo
rey desta casa de los Alhamares, y siendo muy victorioso contra sus enemigos,
se comenzó a edificar la fortaleza del Alhambra, y le puso nombre de su mesmo
apellido. Su primera fundación fue en el lugar donde agora está la torre que
dicen de la Campana, en la cumbre de un alto cerro que señorea la ciudad,
opuesto al cerro de la Alcazaba, y tan cerca dél, que sólo el río Darro los
divide. Este mesmo rey edificó otro castillo pequeño con su torre de homenaje
en las ruinas de otra fortaleza antigua, que debió ser la de la villa de los
Judíos, y la llaman agora las Torres Bermejas. Edificó ansimesmo una fuerte
torre en la puerta de Bib Taubin, sobre la cual hicieron los Reyes Católicos,
don Hernando y doña Isabel un pequeño castillo; y demás desto hizo cinco torres
en el campo alderredor de la ciudad a una parte de la Vega, donde se pudiesen
recoger los moros que andaban en las labores en tiempo de necesidad. A este rey
imitaron otros que le sucedieron con mayor fuerza y riqueza, los cuales,
prosiguiendo en el edificio del Alhambra, la ensancharon y ennoblecieron
maravillosamente, en especial Abil Hagex Jucef, hijo de Abil Gualid, que reinó
cerca de los años de Cristo 1336, que fueron 745 de la hijara, y labró los
suntuosos edificios de los alcázares, donde gastó mucha parte de sus tesoros,
en veinte y dos años que reinó felicemente gozando de una larga paz. Estos
alcázares o palacios reales son dos, tan juntos uno de otro, que sola una pared
los divide. El primero y más principal llaman cuarto de Comares, del nombre de
una hermosísima torre labrada ricamente por de dentro de una labor costosa y
muy preciada entre los persas y surianos, llamada Comaragia. Allí tenía este
rey los aposentos del verano, y desde las ventanas della, que responden al
cierzo y al mediodía y al poniente, se descubren las casas de la Alcazaba, del
Albaicín y de la mayor parte de la ciudad, y toda la ribera del río Darro, y la
Vega, con hermosa y agradable vista de jardines y arboledas, que recrean
grandemente a quien lo mira. A la entrada deste palacio está un pequeño patio
con una pila baja a la usanza africana, muy grande y de una pieza, labrada a
manera de venera, y de un cabo y de otro están dos saletas labradas de diversos
matices y oro, y de lazos de azulejos, donde el Rey juntaba a consejo y daba
audiencia; y cuando él no estaba en la ciudad, oía en la que está junto a la
puerta el Cadí o Justicia mayor a los negociantes, y a la puerta della está un
azulejo puesto en la pared con letras árabes que dicen: «Entra y pide: no temas
de pedir justicia; que hallarla has». El segundo palacio, que está a la parte
de levante, llaman el cuarto de los Leones, por una hermosa fuente que tiene en
medio de un patio enlosado todo de alabastros, y con muy ricos pilares al
derredor, que sustentan los sopórtigos de los palacios y salas. Esta fuente
tiene una gran pila de alabastro, alta sobre doce leones de lo mesmo puestos en
rueda, tamaños como becerros, y por tal artificio horadados, que responde el
agua de uno en otro, y todos la echan a un tiempo por las bocas, y por encima
de la pila sale un golpe muy grande, que vierte y baña todos los leones. En
este cuarto están los aposentos, alcobas y salas reales, donde los reyes
moraban de invierno, no menos costosos de labor que los de la torre de Comares.
Allí tenían su baño artificial solado de grandes alabastros y con sus fuentes y
pilas, donde se bañaban. A las espaldas del cuarto de los Leones, hacia
mediodía, estaba una rauda o capilla real, donde tenían sus enterramientos, en
la cual fueron halladas el año del Señor 1574 unas losas de alabastro que,
según parece, estaban puestas a la cabecera de los sepulcros de cuatro reyes
desta casa; y en la parte dellas que salía sobre la tierra, porque estaban
hincadas derechas, se contenían de entrambas partes epitafios en letra árabe
dorada puesta sobre azul, en prosa y en verso, en loa y memoria de los yacentes.
De las cuales sacamos un traslado que poner en esta nuestra historia, por ser
estilo peregrino diferente del nuestro, y por no interromper el orden de la
descripción de la ciudad, lo pornemos al cabo della en un capítulo de por sí.
Capítulo
VIII
Que contiene la materia
del pasado, y trata de las recreaciones que tenían los reyes moros en esta
ciudad
Demás destos dos ricos
alcázares, tenían aquellos reyes infieles otras muchas recreaciones en torres,
en palacios, en huertas y en jardines particulares, ansí dentro como fuera de
los muros de la ciudad y de la Alhambra, como era el palacio y huerta de
Ginalarife, que quiere decir huerta del Zambrero, que está como un tiro de
herradura de la puerta falsa de aquella fortaleza, a la parte de levante, y
tiene dentro grandes arboledas de árboles frutales y de plantas y flores
olorosas, y mucha abundancia de agua de una acequia que se toma del río Darro,
y se trae por lo alto de la loma de aquel corro muy gran trecho, con la cual se
regaban las huertas y cármenes que estaban en aquella ladera hasta llegar al
río. Tenían asimesmo otro palacio de recreación encima deste, yendo siempre por
el cerro arriba, que llamaban Darlaroca, que quiere decir palacio de la Novia;
el cual nos dijeron que era uno de los deleitosos lugares que había en aquel
tiempo en Granada, porque se extiende largamente la vista a todas partes, y
agora está derribado, que solamente se ven los cimientos. A las espaldas deste
cerro, que comúnmente llaman cerro del Sol o de Santa Elena, se ven las
reliquias de otro rico palacio, que llaman los Alijares, cuya labor era de la
propria suerte que la de la sala de la torre de Comares, y al derredor dél
había grandes estanques de agua y muy hermosos jardines, [133] vergeles y huertas; lo
cual todo está al presente destruido. Yendo pues el cerro abajo al río de
Genil, que cae de la otra parte hacia mediodía, estaba otro palacio o casa de
recreación para criar aves de toda suerte, con su huerta y jardines, que se
regaba con el agua de Genil, llamado Darluet, casa de río, y hoy casa de las
Gallinas. Y demás de todos estos palacios y jardines, tenían las huertas reales
en la loma y campo de Abulnest, donde llaman agora campo del Príncipe, que
llegaban desde la halda del cerro donde está la ermita de los Mártires, hasta
el río Genil. En estos jardines estaban los veranos los reyes, por ser al
derredor de la Alhambra; y aunque tenían otros palacios en la Alcazaba con
jardines y huertas a la parte de la Vega, no moraban en ellos, por quitarse del
tráfago y comunicación del pueblo escandaloso y amigo de novedades; y por esto
comenzaron y acabaron aquella fortaleza fuera de los muros de la ciudad y cerca
della, a imitación de los reyes de Fez, que hicieron otro tanto por la mesma
razón pocos años antes; los cuales, dejando los palacios que tenían en la
alcazaba de Fez el viejo, edificaron la fortaleza de Fez el nuevo, que llamaron
la Blanca, donde vivían más seguros con sus casas y familias, porque los reyes
de Granada siempre fueron imitando a los de Fez, y las ciudades en sitio, aire,
edificios y gobierno, y en todo lo demás, fueron muy semejantes.
Capítulo IX
Que prosigue la materia
del pasado, y trata de otras poblaciones y de los ríos Darro y Genil
Reinando Abí Abdilehi
Abil Hagex Jucef, en tiempo del rey don Alonso el Onceno, cerca de los 1304
años de Cristo, se pobló el barrio que hoy llaman la calle de los Gomeres, de
una generación de africanos naturales de las sierras de Vélez de la Gomera,
llamados Gomeres, que venían a servir en la milicia; y por la mesma razón que
los Cenetes poblaron el otro barrio, hicieron ellos allí su morada cerca de los
alcázares de la Alhambra. Lo que agora llaman la Churra se llamó en otro tiempo
el Mauror, que quiere decir el barrio de los Aguadores, porque moraban en él
hombres pobres que llevaban a vender agua por la ciudad. Después desto, en el
año del Señor 1410, los moros que vinieron huyendo de la ciudad de Antequera
cuando el infante don Hernando, que después fue rey de Aragón, la ganó, siendo
tutor del rey don Juan el Segundo, poblaron el barrio de Antequeruela, que está
en la loma de Ahabul, cerca de la ermita de los Mártires. En esta loma se ven
grandes mazmorras y muy hondas, donde antiguamente, cuando los reyes de Granada
no eran tan poderosos, encerraban los vecinos su pan, por tenerlo más seguro; y
después las hicieron prisión de cristianos captivos para encerrarlos de noche,
y detenerlos de día cuando no los llevaban a trabajar; y la católica reina doña
Isabel, en comemoración del martirio que padecieron en aquel captiverio muchos
fieles cristianos por Jesucristo, ganada la ciudad, mandó edificar allí una
ermita de la advocación de los Mártires, y la dotó, y hizo aneja a su capilla
real. Y en el año del Señor 1573 un bendito padre llamado fray Jerónimo Gracián
de Antisco, hijo de Diego Gracián, secretario de su Majestad, siendo provincial
de la orden de los carmelitas de Nuestra Señora de Monte Carmelo de la
Observancia, favorecido de las limosnas que el conde de Tendilla y la condesa
doña Catalina de Mendoza, su mujer, hicieron para la obra y sustento de los
frailes, fundó en aquella ermita un monasterio de frailes de su orden, andando
edificando otros muchos por Castilla y por la Andalucía en compañía del Padre
Mariano, de nación senés, hombre religioso y de santa vida, que fue el primero
que en España la resucitó. Había en Granada cuando la poseían los moros, y
especialmente en tiempo de Abil Hascen, cerca de los 1476 años de Cristo,
treinta mil vecinos, ocho mil caballos y más de veinte y cinco mil ballesteros,
y en solos tres días se juntaban de los lugares de la Alpujarra, sierra, valle
y vega de Granada más de otros cincuenta mil hombres de pelea. Los muros que la
rodean tienen mil y trescientas torres; las salidas hacia la parte de la vega
son llanas y muy deleitosas de arboledas, y las que responden a la parte de la
sierra, no con menor recreación se sale por ellas entre cármenes y huertas de
muchas frescuras, especialmente saliendo por la puerta del Albaicín, que llaman
Fex el Leuz, donde están los cármenes de Aynadamar, y por la ribera del río
Darro arriba. Este río nace cuatro leguas a Levante de la ciudad, de una fuente
muy grande que sale de la sierra del Albaicín, donde están los lugares de
Güetor, Veas y Cortes, y con muchas frescuras de huertas, que toman más de dos
leguas. Corre por entre dos cerros muy altos, y va a meterse en la ciudad por
junto a la puerta de Guadix. Sácanse dél las acequias con que se riegan los
cármenes y huertas que están en las laderas de los dos cerros; una de ellas va
a Ginalarife, y de allí a la Alhambra y a otras partes; otra va a entrar en la
ciudad por la falda del cerro de la Alcazaba, donde está el monasterio de
Nuestra Señora de la Victoria, y pasa derecha a San Juan de los Reyes, y
proveyendo las fuentes de las casas del barrio del Haxariz, va a los pilares
públicos y casas de particulares. Demás destas dos acequias, hay otra que se
toma del mesmo río, y la llaman acequia de los molinos; la cual a la parte de
la Alhambra y por bajo del barrio de la Churra va a la parroquia de Santa Ana,
y de allí se reparte de manera, que no se tiene por casa principal la de este
barrio que no tiene agua propia dentro. El restante, del río atraviesa por
medio de la ciudad, y llevándose las inmundicias, va a meterse, en el río Genil
fuera de la puerta de Bibarrambla. El agua y el aire deste río Darro es muy
saludable. Hállanse en él, como queda dicho, granos de oro fino entre las
arenas, que según dicen los moriscos, las trae la corriente de las raíces del
cerro del Sol, que está detrás de Ginalarife, en el cual se entiende que hay
mineros de oro, por lo mucho que reverbera allí el sol cuando sale y cuando se
quiere poner. Llamose antiguamente este río Salón, y algunos escritores lo
llamaron Dáureo; más los moros le llamaron Darro, y dicen que es nombre
corrupto derivado de Darrayhan, porque nace en aquella sierra del Albaicín de
un monte que llaman Darrayhan; otros dicen que es nombre derivado de Diarcheón,
como le llamaron los griegos; finalmente, llámese como quisiere, él es un río
muy provechoso, y los ciudadanos se sirven de su agua dentro y fuera de la
ciudad, así para beber, como para regar los campos. Por la otra parte, hacia el
mediodía, cerca de los muros pasa el otro río mayor llamado Genil, a semejanza
del Nilo. Los antiguos le llamaron Síngilo; su fuente es en Sierra Nevada en
una [134] umbría que está encima
del lugar de Güejar, y los moros la llaman Hofarat Gihena, que quiere decir
valle del Infierno; y procede esta agua de una laguna muy grande que está en la
más alta cumbre de la sierra junto al puerto Loh. De allí se despeña por valles
fragosísimos de peñas entre aquellas sierras y la de Güejar, y en él se hallan
ricos mineros de jaspes matizados de diversas colores, de donde el rey don
Felipe nuestro señor hizo sacar las ricas piedras verdes de que está hecho su
sepulcro en San Lorenzo el Real; y sale al lugar de Pinos, y de allí a Cenes y
a Granada, llevando consigo otros siete días, cuyas fuentes nacen de la mesma
umbría, llamados Huet Aquila, Huet Tuxar, Huet Vado, Huet Alguaar, Huet
Belchitat, Huet Beleta y Huet Canales. Demás destos, entra después en el otro
río, que llaman de aguas blancas, que viene de más lejos, y corre al norte de
la sierra de Güejar por los lugares de Dúdar y Quéntar. Con todas estas aguas
pasa Genil por defuera de los muros de Granada; y tomando consigo a Darro al río
de Monachil, que los antiguos llamaron Flum, y al de Dílar, dejando regada toda
la Vega con el agua de sus acequias, que la hacen fertilísima de trigo, cebada,
panizo, alcandía, lino, frutas y hortalizas de todas maneras, corre hacia
poniente; y recogiendo el río Cubila por bajo de la puente de Pinos de la Vega,
deja la villa de Illora y la sierra de Barbandara a la mano derecha, y va a la
ciudad de Loja; y haciendo fértiles aquellos campos y valles por do pasa, se va
después a meter en Guadalquivir, río caudaloso, a quien éste y otros que no
conocen la mar encomiendan sus aguas.
Capítulo X
Que prosigue la materia
de los pasados, y trata de la fuente de Alfacar, y de otras fuentes y huertas
fuera de Granada
Todas estas aguas que
hemos dicho no alcanzan a la Alcazaba ni al barrio de Albaicín, más no por eso
deja de haber abundancia de agua muy buena hacia aquella parte, de una fuente
que nace en la sierra del Albaicín. Está en esta sierra una cueva muy honda ir
manera de sima, y en lo más bajo della sale un golpe de agua tamaño como dos
bueyes, la cual se divide a diferentes partes, y especialmente proceden de allí
tres fuentes principales y muy notorias. La una es la fuente del Rey, que está
junto al lugar de Güete; la otra la de Dayfontes, que sale junto a una venta,
donde en tiempo de moros había una casa fuerte, que llamaban Dar Alfun, y está
cuatro leguas de Granada, en el camino que va a la villa de Hiznaleuz; y la
tercera la de Alfacar, que nace una legua de Granada, encima de una alcaría del
mesmo nombre, y en su nacimiento echa tanta agua como un buey. Ser estas tres
fuentes de una mesma agua se ha visto por experiencia, echando aceite o paja en
la fuente principal, porque responde luego a las otras, y así nos lo
certificaron moriscos viejos del Albaicín. Con el agua de la fuente de Alfacar,
que recogen los moradores en una acequia, y la llevan por las laderas y cumbres
de los cerros que hay desde allí a Granada, se riegan las huertas y hazas de
Alfacar, Biznar y Mora, y buena parte de viñas de la Vega, y los cármenes y
jardines de Aynadamar, donde los regalados ciudadanos, en tiempo que la ciudad
era de moros, iban a tener los tres meses del año que ellos llaman la azir, que
quiere decir la primavera; imitando también en esto a los de Fez, que en el mesmo
tiempo se van a los cármenes y huertas de Cingifor, que es otro pago de
arboledas y frescuras, en que tienen sus casas y vergeles con muchas
recreaciones. Ocupan los cármenes de Aynadamar legua y media por la ladera de
la sierra del Albaicín que mira hacia la Vega, y llegan hasta cerca de los
muros de la ciudad; y es de saber que este nombre está corrompido, porque los
moriscos llaman aquel pago Aynadoma, que quiere decir fuente de lágrimas; y
dicen algunos que antes que los vecinos llevasen la acequia de Alfacar a
Granada no había en él más que una fuentecica que destila gota a gota como
lágrimas, la cual se ve el día de hoy, y es buena aquella agua para mal de
ijada; más otros curiosos del Albaicín nos certificaron que por las muchas
penas, achaques y calumnias que los administradores de las aguas y las
justicias llevan a los que tienen repartimientos de aquella agua en el campo o
en la ciudad, si la hurtan, o toman más de la que les pertenece, o echan
inmundicias en la acequia, la llamaron Fuente de lágrimas. Finalmente, entrando
esta acequia por bajo de la puerta del Albaicín, tiene sus tomaderos y
cauchiles, por donde se reparte a las casas de los vecinos y a los aljibes
públicos que están en las parroquias para servicio de los que no tienen repartimientos;
y provee todo el Albaicín y la Alcazaba bastantemente, y se riegan con ella
algunas huertas y jardines que hay dentro de los muros. Fuera de la ciudad, a
la parte de la Vega, hay grandes huertos y arboledas que se riegan con el agua
de las acequias que proceden dolos dos rías arriba referidos; con las cuales
muelen también muchos molinos de harina; por manera que de todas partes es
Granada abundantísima de agua de rías y de fuentes. Desde las casas se descubre
una vista jocunda y muy deleitosa en todo tiempo del año. Si miran a la Vega,
se ven tantas arboledas y frescuras, y tantos lugares metidos entre ellas, que
es contento; si a los cerros, lo mesmo; y si a la sierra, no da menor
recreación verla tan cerca, y tan cargada de nieve la mayor parte del año, que
parece estar cubierta con una sábana de lienzo muy blanca.
Capítulo XI
Que prosigue la materia
del pasado, y trata de la fertilidad y abundancia de Granada. Pónense aquí los
cuatro epitafios que estaban en la rauda de la Alhambra, y la computación del
año árabe lunar con el latino solar
Es Granada abundante de
frutas de toda suerte, muy proveída de leña, bastecida de carnes, regalada de
pescados frescos, de mucha pasa, higo, almendra, que le traen de los lugares de
la costa; tiene mucho aceite, vino y muy hermosas hortalizas, y toda suerte de
agro, como son naranjas, limones y cidras; y lo que más importa es estar en muy
buena comarca de pan, trigo y cebada; porque demás de lo que se coge en sus
términos, donde entran las villas de Illora, Montelrío, Moclín, Colomera,
Hiznaleuz, Guadahortuna, Montexícar, y otras que tienen grandes cortijos y
rozas, se provee ordinariamente de la ciudad de Loja, y de Alhama, y de Alcalá
la Real, y de los lugares de la Andalucía que confinan con ella. El trato de la
cría de la seda es tan rico en aquel reino, que se arrienda el derecho que
pertenece a su majestad en sesenta y ocho cuentos de maravedís cada alto, que
valen ciento y ochenta [135] y un mil y quinientos ducados de oro. Todos los términos de
Granada que caen a la parte de la mar, aunque son sierras ásperas y fragosas,
no por eso dejan de ser fértiles y abundantes de muchas aguas de fuentes y de
ríos, con que riegan los campos, huertas y sembrados; y las frutas y carnes de
las sierras son mejores, más sabrosas y de más dura que las de la Vega; y por
el consiguiente el pan es de más peso y mejor, las aguas muy frescas, y los
aires por extremo saludables. Estaban las casas desta ciudad juntas en tiempo
de moros, y eran las calles tan angostas, que de una ventana a otra se
alcanzaba con el brazo, y había muchos barrios donde no podían pasar los
hombres de a caballo con las lanzas en las manos, y tenían horadadas las casas
de una en otra para poderlas sacar; y esto dicen los moriscos que se hacía de
industria para mayor fortaleza de la ciudad. Tenía algunos edificios
principales labrados a la usanza africana, muchas mezquitas, colegios y
hospitales, y una muy rica alcaicería como la de la ciudad de Fez, aunque no
tan grande, donde acudía toda la contratación de las mercaderías de la ciudad.
En lo espiritual había un alfaquí mayor y otros menores, y en lo temporal sus
cadís y jueces civiles y criminales; y ansí en esto como en lo que toca a la
policía y buena gobernación, era Granada muy semejante a la ciudad de Fez. Los
moradores muy amigos y conformes, y los reyes deudos y confederados tan
setarios los unos como los otros, y tan enemigos del nombre cristiano.
CONTIÉNENSE LOS
EPITAFIOS ÁRABES, QUE FUERON HALLADOS EN LAS LOSAS DE LOS SEPULCROS DE LOS
REYES MOROS DE GRANADA
Estaban escritos los
epitafios de las losas de los cuatro sepulcros de los reyes moros, que dijimos
que se hallaron en la rauda en los alcázares de la Alhambra, en letra árabe muy
hermosa por ambas partes, por la una en prosa, y por la otra en versos de metro
mayor, en loa y memoria de cuatro reyes llamados Abí Abdilehi, hijo de Mahamete
Abuceyed, segundo rey de la casa de los Alahamares, que reinó en tiempo del rey
don Alonso el Sabio; Abil Gualid Ismael, hijo de Abí Ceyed Farax, que reinó en
tiempo del rey don Alonso el Onceno (fue cuarto Rey de la casa de los
Alahamares); Abil Hagex Jucef, hijo de Abil Gualid, que reinó en tiempo del
sobredicho rey don Alonso el Onceno, y fue sexto rey de la casa de los
Alahamares; y Abil Hagex Jucef, llamado por sobrenombre Ganem Bilehí, que reinó
en tiempo del rey, don Juan el Segundo, siendo su tutor el infante don Hernando
que ganó a Antequera; y fue treceno rey de la casa de los Alhamares. Y lo que
en cada una dellas decía es lo siguiente:
La losa más antigua decía
por la una haz en prosa:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Éste es el sepulcro del rey virtuoso, valeroso y
justo, el más alto de los temerosos de Dios, único, religioso, sabio, escogido,
el muy respetado, el que guerreaba en servicio de Dios, contento, devoto y muy
amigo de Dios altísimo en público y en secreto; el que siempre pensaba en sus
grandezas y le glorificaba por su lengua, el que atendía y se ocupaba de
ordinario en la salud y gobierno de sus vasallos, y en administrar verdad y justicia;
el dechado de la religión de gracia, el que procuraba el bien de las gentes y
miraba por ellos con piedad y buen celo, para darles toda libertad, sosiego y
descanso, con celo de su buena intención, bondad y lealtad en sus obras y luz
de su espíritu; el que siempre se ocupaba en hacer cosas mediante las cuales
entendía hallar luz manifiesta concomitante el día del juicio. El rey de
esclarecido hechos y santas y altas obras; el victorioso en la conquista de los
descreídos, con esfuerzo, ánimo y limpia intención; el que administraba el peso
de la justicia y continuaba la manera y uso de la clemencia; el defensor de las
gentes y ensalzador de la ley del escogido Profeta; el dechado del valor de sus
predecesores, los socorredores victoriosos adelantados de santa intención, el
que presumió y juró de hacer en servicio de Dios, y en demonstración ejemplar
de sus antepasados, santas obras y altas hazañas en la conquista de sus
enemigos y salud y conservación de sus tierras y de sus vasallos; el gobernador
de los moros, y dechado de los creyentes, y abatidor de los descreídos, Abí
Abdilehi, hijo del adelantado belicoso guerrero en servicio de Dios, y
victorioso mediante su gracia, Mahamete Abuzeyed Ibni Nacer, gobernador de los
hijos de salvación y ensalzador de la ley. Alumbre Dios su sepulcro, y dele
todo su descanso mediante su gracia y misericordia. Nació, Dios le dé su
gloria, en 23 días de la luna de Maharam, año 633, y fue alzado por rey la
primera vez en la entrada de la luna de Xahabán, año de 655, y confirmaron su
alzada los moros a 6 días de la luna de Xahabán, año de 671. Falleció
(glorifique Dios su espíritu) acabando la oración de la ocultación del sol
última, la noche del domingo, 8 días de la luna de Xahabán el acatado año de
701. Subiole Dios a la más alta mansión de los bienaventurados, y colocole con
los principales que siguieron la verdad, a quien prometió descanso y
bienaventuranza.»
De la otra parte de la
mesma losa decía en versos o metros árabes:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Éste es el lugar de alteza, honestidad y bondad, el
sepulcro del adelantado, valeroso, limpio, único. A Dios sea el sacrificio que
en este hueco se oculta de alteza, valor y virtud. En él yacen la crueldad,
bondad y clemencia; no la crueldad de las fierinas fuerzas, ni menos la
liberalidad que nace de insensibilidad y falta de discreción, sino el dechado y
ejemplo de toda honestidad y religión; la honra y presunción de los reyes, el
señor de limpio ser y hechos; el que se ocupaba en todo tiempo en dispensar su
magnificencia y en extirpar a sus enemigos, así como la pluvia en la tierra o
el león en su morada. Desto son testigos sus mesmas obras, y con verdad lo
testifican todas las lenguas de los hombres, pues jamás salió en ejército, que
ante su poder no se mostrasen angostas las tierras de los alárabesy agames
(1), y jamás en el acto de la milicia salió al encuentro de sus
enemigos, sin que en tal ocasión observase su bondad y esfuerzo, y alegría de
rostro; ni menos consintió, en ejemplo de su valor, que los suyos subiesen en
caballos que bebiesen [136] el agua menos que en las albercas y hoyos de sangre; ni menos
consintió que se hiciese juicio en su gobernación en ofensa o agravio del menor
de sus súbditos. Y ansí, los que no saben destas virtudes ni de la gran defensa
que en él tuvo la ley de Dios excluyendo y abatiendo a sus enemigos, oigan la
voz de sus hechos, que es más notoria y manifiesta que un fuego encendido en la
cumbre de una sierra. Siempre se humillarán al sepulcro que a este señor
contiene las nubes de misericordia con su rocío y descanso».
La segunda losa en
antigüedad decía por la una haz en prosa:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Éste es el sepulcro do yace el rey glorioso que murió
en defensa de la ley de Dios; el conquistador de los Anzares, ensalzador de la
ley del escogido y amado Profeta; el resucitador de la santa intención de sus
predecesores los conquistadores victoriosos: el gobernador justo, valeroso,
animoso señor de la milicia y decreto de la ley; el de claro linaje y hechos;
el más venturoso en era de todos los reyes, y el más celoso de la honra de Dios
en dicho y en hecho; cuchillo de la milicia, luz de las ciudades; el que
siempre afiló su espada en defensa de la ley; el que tuvo llenas las entrañas
del amor del piadoso Dios; el belicoso y triunfante por la gracia de Dios; el
gobernador de los moros, Abil Gualid Ismael, hijo del valeroso; excelente, de
limpio ser y linaje, en obra, mayor de los halifas, ensalzador de la ley y
fortaleza de la era triunfante, glorioso difunto, Abiceyed Farax, hijo del
único de los únicos escogidos defensores de la ley de la salvación, progenie
del gran gobernador venturoso, y su dechado en hechos de alto nombre, difunto,
Abil Gualid Ismael, hijo de Nacer. Glorifique Dios su buen espíritu, y le
hincha de salubérrimo socorro de su misericordia, que le aproveche con la
milicia y confesión de que no hay otro dios, y le cumpla de su gracia. Guerreó
en defensa de la ley de Dios y por su amor en toda perfición militar. Y diole
Dios victoria en la conquista de las tierras y en la muerte de los reyes
descreídos sus enemigos; que es lo que hallará reservado el día que fuéremos llamados
ante el acatamiento de Dios, hasta que fue servido de dar fin a sus días, los
cuales acabó estando en la mayor gracia de su buen vivir, y en ella le llamó
para lo que le estaba aparejado por su inmensa misericordia, teniendo el polvo
de la milicia en los dobleces de sus vestiduras. Y fue muerto en servicio de
Dios, habiendo dado con furia en sus enemigos, de tal manera que por él se
reconoció notable ventaja entre los confesantes de la ley de Dios a todos los
reyes que han precedido, y con ella en esta gracia alzó bandera de guerrero del
inmenso Dios. Nació (cúmplale Dios de su gracia) en la felice hora del alba del
día viernes 17 días del mes de Xaguel, año de 677. Fue alzado por rey jueves 27
días del mes de Xaguel, año de 713. Falleció en la milicia lunes 26 días del
mes de Argeb el Fard, año de 725. «Bendito y ensalzado sea el Rey verdadero,
que queda después del acabamiento de todos los nacidos».
De la otra parte desta
mesma losa decía en metros árabes:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. ¡Oh el mejor de los reyes! Comprehenda tu sepulcro
salubérrima salutación, que ansí como la dulce aurora de la mañana conmixta con
fragrantísimo olor de almizcle, te conhorte. En este sepulcro yace un
adelantado grande en bondad de los reyes de Nacer, alto en dignidad y el estado
temporal y espiritual, Abil Gualid. ¡Qué alteza de rey! Verdaderamente terror y
espanto a sus enemigos, triunfante magnificencia, temor de Dios altísimo,
condición y conversación muy amorosa. A Dios sea el sacrificio de la alteza que
la muerte aquí ha encerrado, el secreto de generosidad que en él oculta, la
lengua tan ejercitada en nombrar a Dios y el corazón tan aposentado en su amor.
Este es el que dispensaba el arte de la milicia y el uso de los preceptos della
que Dios manda guardar; guerrero verdadero, que alcanzó en el estado de los
creyentes el martirio por Dios en tan supremo grado, que con él resucitará con
muy aventajado premio. Pasó desta vida con muerte semejante a la del halifa
Odmen, a las primeras horas de la mañana; buena y dulce muerte, como la deste
Odmen, que a tal hora fue alanceado dentro de su casa, teniendo el polvo de la
milicia en su rostro, el cual le alimpiarán en el paraíso de la eternidad las
damas celestiales con sus manos, y le darán a beber de la sabrosísima agua que
corre por cima de los alcázares del paraíso. Y al que lo mató darán los
demonios a comer en el infierno, donde estará perpetuamente encarcelado, del
fruto de los árboles endemoniados, y le darán a beber de la hediondez de las
inmundicias que se derriten de los vientres de los condenados. Endechen a este
rey los pueblos, y todos los nacidos juntamente con diversas maneras de
llantos; aunque deben consolarse con que este es juicio de Dios tan poderoso,
que dél hemos de tomar con paciencia todo cuanto su alta providencia ordenare,
por ser señor que manda y ordena lo que es servido. La misericordia deste sumo
Dios de los nacidos sea con este rey de verdad, que en este sepulcro yace.»
La tercera losa en
antigüedad decía por la una haz, en prosa:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Éste es el sepulcro del rey que murió en servicio de
Dios, descendiente de alto y honroso linaje. Su ser y condición fue conveniente
a su reinado. Es notorio entre las gentes su fortaleza, virtud y gracia, señor
de ilustre progenie y de felice y próspera; era de buenas y agradables
costumbres y de condición amorosa, adelantado grande, cuchillo del reino, único
de los grandes reyes en quien resplandece la gloria de Dios, el que tuvo los
tiempos buenos y acomodados en la tranquilidad y gobernación de su reino; polo
de bondad y de crianza, progenie y linaje del imperio de los Anzares
socorredores. El defensor del estado de salvación con su consejo y esfuerzo, el
encumbrado en el trono de toda alteza sumamente, el que fue acompañado de toda
felicidad y privanza desde que comenzó a reinar hasta su fin; el gobernador de
los moros, Abil Hagex Jucef, hijo del gran rey adelantado, llamado León de la
ley de Dios, a cuyo gran poder los enemigos se sujetaron, y los tiempos se
mostraron benévolos a su querer y mando; el que extendió el velo de la verdad
en el universo; el defensor del estado de la ley con las lanzas agudas, el
conservador de los libros de los oficios divinos, perpetuos en la alteza [137] perdurable. El que
murió por Dios, venturoso y glorioso rey Abil Gualid, hijo del esforzado, alto
y de conocido linaje y valor, en prosperidad, grandeza y honra, muy notorio en
ser y hechos; el mayor del reinado de los de Nacer, y fuera de la era
triunfante, glorioso difunto, Abí Ceyed Farax, hijo de Ismael, hijo de Nacer.
Cúbrale Dios con su piedad de su parte, y póngale en la gloria junto a Zabade
Aben Obeda, su claro linaje, porque aproveche su loable ventura, su buen celo y
esfuerzo a la ley de salvación y a los hijos della. Gobernando el cargo de la
gobernación de los moros, gobernación aprobada, y asegurándoles con
tranquilidad el curso de los tiempos, les manifestó la haz de la paz y quietud
que en hermosura resplandece, y dispensó con ellos todo ejemplo manifiesto de
su humildad y virtud, hasta que Dios fue servido de dar fin a sus días, estando
en la mejor disposición y gracia de su buen vivir, y le cumplió de su
felicidad, acomodándole este acabamiento en lo último del mes de Ramadán, en
gracia y beneficio de su felicidad, porque en él le recibió en su gloria,
estando en la oración que a Dios poderoso se debe, y confiado en él, contrito y
humillado ante sus manos, salvo y seguro en aquel ser y acto que más cercano y
propicio puede estar el hombre a su Dios. Y esto fue por mano de un hombre
pecador, de bajo ser y condición, que Dios permitió fuese causa de que en él se
cumpliese lo que en su alta providencia le tenía reservado, escondiéndosele
entre los paños y atavíos de su aposento y estrado, donde tuvo buen aparejo la
ejecución de su traición, mediante la voluntad de Dios y el aparejo que tuvo,
hallándole ocupado adorando a Dios altísimo. Lo cual fue en la humillación
postrera de la oración pascual a la entrada de la luna de Xevel del año 755.
Dios le aproveche con tan salubérrima muerte, pues con ella fueron dichosos tal
tiempo y lugar, y le prescribió y manifestó con ella su gracia y perdón, y le
colocó con la generación de los Anzares de Nacer, defensores de su ley, con los
cuales la ley de salvación fue honorificada, y están en el descanso que Dios
les aparejó por ello. Fue alzado por rey en 14 días de la luna Dilhexa año 733,
y nació en 18 días de la luna de Orbea el último del año 718. Soberano y
ensalzado sea el que para si escogió la perfeta eternidad, y proveyó el
acabamiento a todos los nacidos que son sobre la haz de la tierra, a los cuales
después juntará en el día de la cuenta y justificación, que es el verdadero
Dios, que no hay otro sino él, que para siempre vive y reina.»
De la otra parte desta
losa decía en metros árabes:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Saluden al que en este sepulcro yace, la gracia de
Dios, con descanso y gloria perpetuamente, hasta el día que resucitaren los
muertos, humillando sus rostros ante el acatamiento de Dios en el consistorio
del juicio. Verdaderamente este no es sepulcro, sino jardín fructífero de
flores de fragrantísimo olor. Y si la verdad he de decir, aquí no hay otra cosa
sino pimpollos de azahar y perlas clarísimas. ¡Oh lugar donde yace toda verdad
y temor de Dios! ¡Oh lugar donde descansa la alteza!, ¡Oh lugar donde ha venido
a esconderse la luna! En ti ha depositado el carruaje de la muerte un
adelantado de ilustre casa, uno de los reyes de Nacer. En ti moran generosidad,
alteza y honra, y el que de todo temor se ha asegurado. ¿Quién otro como Abil
Hagex defendió el estado de la honestidad? ¿Quién como Abil Hagex confundió la
escuridad de la herejía? Estema
(2) y progenie de Zahade Aben Obeda el Hazragí. ¡Oh qué perfición y
grandeza de casa valerosa! Hablar de la vergüenza, caridad y amor de Dios, y de
la grandeza deste rey, es hablar de las maravillas incomprehensibles de la mar.
Salteole la ocasión del tiempo, y no vemos perpetuidad de cosa viva, ni firmeza
en ningún estado. Es el tiempo señor de dos haces, del ser presente y del
porvenir, y el que desta manera es con dureza nos saltea. Más hallole
conociendo a Dios, humillado en su oración y en resplandeciente gracia, su
lengua humedecida en nombrar su santo nombre, conociendo el felice mes y el
valor de los bienes que en él dispensó, y sintiendo la pascua de los ácimos su
ocasión y desgracia, dándole el cáliz de tan salubérrima muerte por almuerzo. A
Dios sea sacrificio de muerte tan viva, y a los progenitores deste gloria y
honra. Permitiose, siendo alto en estado, que hubiese fin por manos de tan bajo
hombre pecador, por quien tanto bien le vino, siendo tan malo; correspondió a
su hecho tan detestable, y no se debe sentir tanto la maldad del bajo en los
grandes, pues las maravillas ocultas del juicio de Dios no se pueden
comprehender ni prevenir. Póngase esta muerte con la del halifa Alí, que siendo
tan gran señor, le mató el vilísimo Aben Muejam, y con la del escogido en valor
Abil Hascen, que acabó por manos de una fiera. Ponemos terror con los afilados
alfanjes muxarafíes, y cuando la voluntad de Dios ocurre, la más mínima ocasión
nos mata. Por tanto, el que en este mal mundo estuviere muy confiado, y firme
le pareciere con soberbia, hallarse ha perdido. Pues ¡oh rey del reino que
jamás se acabará! ¡Oh aquel que de veras tiene el mando y juicio sobre sus
criaturas! Cubre con el velo de tu piedad nuestras culpas, pues no tenemos otro
amparo en ellas más que tu misericordia, y cubre y amortaja al gobernador de
los moros con tu piedad y gracia, con la cual merezca el aposento de tu sosiego
por gualardón, pues tu misericordia es la que nos ha de valer, y esta vida
emprestada del hombre es cebo de quien a lo poco se aficiona. Dios por su
piedad le ponga en descanso con sus grandes predecesores, y le cumpla de su
gracia.»
La cuarta losa y última
en antigüedad decía por la una haz en prosa:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Éste es el sepulcro del rey generoso, de limpio ser y
linaje, cumplido en crianza, victorioso, misericordioso, caritativo y
prudentísimo entre los reyes de la mesma. Adornado de gracia y temor de Dios,
maestro de toda elocuencia, dispensador de todo juicio, virtud, justicia y
bondad; dotado de su divina gracia, que es su alto ser y valor. Polo de la
crianza y vergüenza, en quien luce la hermosura del temor de Dios, y el que
dispensó todo género de venganza contra los que ofendían a sus vasallos.
Defensor de la bandera de la ley, el de excelente linaje, progenie de los
Anzares defensores. El gobernador de los moros, ensalzador de la ley de Dios,
Abil Hagex Jucef, hijo del rey alto, gobernador valeroso, piélago de los sabios
y vergel de [138] prudencia: el muy
acatado entre reyes, defensor de las ciudades con su valor y esfuerzo,
fortaleza de las gentes, con su prudencia y saber, el dispensador de los bienes
que poseyeron sus liberales manos, el que administraba todas sus fuerzas en la
guerra de sus enemigos. El valiente, animoso y glorioso distinto gobernador de
los moros, y rico en Dios, Abil Hagex Jucef, hijo del rey alto, grande
nombrado, el mayor de los reyes, el aniquilador con la luz de su justicia, de
la obscuridad de los reyes descreídos, con la felicidad de su ventura y
correspondencia de los planetas celestiales, que todo buen suceso le disponían
para los abatir. El que poseyó los dos aquendes sin contradicción. Aquel cuyo
estado Dios ensalzó, y por ello y por su amor y temor se apartó y recogió de
las cosas del mundo, y se humilló a Dios. El conquistador de los principales
reinos, el que aprovechó a la ley y a sus preceptos, el que en sus conquistas
hizo maravillas, el adornado con el temor de Dios, el de alto estado y próspera
era, el gobernador de los moros, el rico en Dios, Abí Abdilehi, hijo del rey de
conocida virtud y conquista venturosa en la exclusión del enemigo de la ley, el
de probada intención, y el atento y ocupado en ensalzar la honra de Dios; el
que hizo en favor y defensa de todas las ciudades grandes cosas con su bondad,
misericordia y honestidad. El glorioso gobernador de los moros, adestrado y
guiado por Dios, Abil Hagex Jucef, hijo del rey adelantado mayor de los reyes,
auxilio de toda misericordia, el más alto del estado y casa de Nacer, y el más
hermoso pimpollo deste árbol, cuyas raíces son firmes y bien plantadas, y sus
ramas alcanzan al cielo. El conquistador de las tierras y pacificador de los
Anzares, dechado de las costumbres de sus antepasados, los ensalzadores de la
ley. El guerreador en servicio de Dios, el venturoso gobernador de los moros,
Abil Gualid Ismael Farax, hijo de Nacer. Recibiole Dios en su gracia, y
colocolo en lo alto del paraíso en su gloria, y recibiole para aquella honra y
descanso que lo estaba aparejado, en el alba del día martes 29 días de la luna
de Ramadán del año de 820. Fue alzado por rey domingo 16 días de la luna de
Dilhexa, año de 810. Nació (Dios le haya) viernes 27 días de la luna de Zafar a
media noche, año de 798. Bendito y ensalzado sea aquel que escogió para sí el
reinar y permanecer para siempre, y proveyó a todas sus criaturas el
acabamiento y fin, que es el verdadero Rey, que no hay otro dios sino él.»
De la otra parte de la
losa decía en metros árabes:
«Con el nombre de Dios
piadoso y misericordioso. Vivifican la tierra deste sepulcro el espíritu y el
rocío de las nubes, y comunícale el vergel celestial la fragrancia de sus
licores, pues la fertilidad y socorro es lo que aqueste hueco incluye, y el
mérito y perdones para quien aqueste lugar visitare. La gracia de Dios, el
paraíso del descanso es su paradero, pues toda esta gracia con entrambas manos
la recibe, por manera que esta es la riqueza que en esta tierra yace, el
adelantado de los únicos. Glorifique Dios su espíritu. Sucedió Jucef, estema
del adelantado Jucef, ciertamente en la casa de los trabajos, y salteole la
vida la condición desta casa. Ella es fenecimiento, y fenecerá por más que
resista, pues que pretendió fenecer su memoria, y le escondió, según su
condición de fortuna, debajo de la tierra, estando las pleyes
(3) celestiales en más bajo lugar que a él se debe. Más es la
providencia del sumo Dios, que así proveyó su suerte, y quiso que su reinado y
señorío se comutase en este polvo, salvo que la claridad de su nombre, el
resplandor de su lealtad y lo mejor de sus hechos quedó todo muy encumbrado,
muy espléndido y muy claro; porque Abil Hagex es lucero y guía de salud; cuando
se ponía el sol suplía su buena cara y alegría de rostro. Era Abil Hagex
socorro de pluvias, y por ellas sus liberalísimas manos suplían. Faltó ya su
hartura, cesaron sus maravillas, secose su pasto, paró su liberalidad,
enflaqueciéronse sus ejércitos, enmudecieron sus consejos, deshiciéronse sus
alcázares, callaron sus razones, escureciose su hemisferio, alejose su favor y
amparo, y finalmente se deshizo su morada. Empero con la gracia del piadoso
Dios (ensalzada sea su alteza) escapó en la eternidad cuando se presentó
delante de sus manos. ¡Oh lástima digna de ser sentida, que a tal gobernador,
«dotado de tantas gracias, le faltaron los días de la vida! Aposentose con
descanso entre las paredes del hueco deste sepulcro, y de veras quedó más
aposentado en los corazones de los hombres. Su socorro suplía cualquier
abundancia y liberalidad; por la luz de vida suplió su alegría y honestidad, y
sus manos eran semejantes a las pluvias. Veamos: ¿no era este rey un hemisferio
de alteza? ¿No era su virtud y bondad luz, ante la cual presentándose la luz
del sol, temblaba? Su celo ¿no era extirpar el mal y enseñar la virtud y la
honestidad? La curiosidad de las letras ¿no eran parte de su honestidad y
virtudes, vergüenza, temor de Dios, magnificencia y generosidad? Veamos: ¿no
era único en todas las partidas del mundo, y siempre que hubo en ella
dificultades, las declaraba con su prudencia? Veamos: ¿no se mostraba la
crianza en su hablar más resplandeciente que los claros luceros? Veamos: ¿no
era la poesía una de sus partes, con la cual adornaba las delanteras de su
tribunal mejor y más hermosamente que con finas y escogidas piedras? Veamos:
¿no era protección y amparo de sus continos y privados, y en las guerras sus
fuerzas y valor defensa muy bastante? Veamos: ¿no era de valeroso esfuerzo en
la guerra, pues tantas fuerzas de enemigos desbarató y venció el valor de su
espada? Este pues era el buen rey y señor que presumió de cumplir siempre su
palabra, y el que sin faltar en ella le faltó y fue adversa la ocasión del
mundo.»
Hasta aquí dice la letra
de los epitafios, y por si el lector quisiere computar los tiempos en que
nacieron reinaron y murieron estos cuatro reyes, se advierte que los moros
tienen año solar y año lunar. El solar es conforme al nuestro latino, y
nombraron los doce meses como los latinos, y generalmente se sirven desta
cuenta para las cosas de agricultura en toda África; porque tienen un libro
dividido en tres cuerpos que llaman el Tesoro
de los agricultores, y este parece haber sido traducido de latín en
lengua árabe en la ciudad de Córdoba, y por él se gobiernan cuanto al sembrar,
plantar, cavar, engerir, y en todo lo demás, y comprehenden en él trece lunas.
Más los teólogos árabes y los legistas y escritores cuentan el año
diferentemente, porque le hacen de doce lunas enteras, [139] seis de a veinte y
nueve, y seis de a treinta días, que vienen a ser trescientos cincuenta y
cuatro días, once días y seis minutos menos que el año latino, y éstos hacen
volver atrás el año lunar en treinta años uno, menos cuarenta y cinco días. El
primer mes del año es la luna que nace en julio, y le llaman Maharrán, que es
tanto como si dijésemos canícula; el segundo Zafar, el tercero Arbea el Aul, el cuarto Arbea el Teni, el quinto Gumen el Aul, el sexto Gumen el Teni, el sétimo Argeb, el octavo Zaabán, el noveno Arromadán, el deceno Xevel, el onceno Delcaada, el doceno Delhexa. Otros que cuentan trece lunas en
los doce meses latinos, añaden la una al principio del año, y hacen luna de Maharrán primero y Maharrán segundo. Sus fiestas son
movibles, y lo mesmo los ayunos; sola la fiesta que celebran del nacimiento de
su Mahoma, que llaman el Maulud,
es la tercera luna del año a los doce días della, porque en tal día dicen que
nació. Esto baste para la computación, contando siempre el milésimo de los
moros desde el año de Cristo 621, por la luna de julio, que según se cuenta,
fueron seiscientos cincuenta y siete años de la era de César, y no desde 613 de
Cristo, como dijimos en la primera impresión de nuestra África, porque hubo yerro; y así lo
emendamos en la segunda, que saldrá con brevedad.
Capítulo XII
De la conquista que los
Católicos Reyes don Hernando y doña Isabel hicieron en el reino de Granada
desde el año 1482 hasta el de 1485
La última guerra que los
príncipes cristianos tuvieron en España con los reyes moros, fue la conquista
que los Católicos Reyes don Hernando y doña Isabel hicieron en el reino de
Granada, de la cual hacemos mención en esta historia, por no dejar atrás cosas
de las que faltando podrían desgustar al lector. Todas las otras que fueron
antes della se hallarán escritas en nuestra general historia de África, en el
segundo libro del primer volumen. Siendo pues rey de Granada un valeroso pagano
del linaje de los Alahamares, llamado Abil Hascen, cerca de los años de Cristo
1480, y del imperio de los alárabes 892, en la ocasión de la guerra que los
Reyes Católicos tenían con el rey de Portugal, juntó sus gentes, y hizo grandes
daños en los lugares de la Andalucía y del reino de Murcia. Y como no pudiesen
acudir a todas partes, hicieron treguas con él, durante las cuales, en el año
de nuestra salud 1482, siendo el moro avisado por sus espías que los cristianos
fronteros de Zara, confiados en la tregua, estaban descuidados, y que era buena
coyuntura para ocupar aquella fortaleza, rompió la tregua, y juntando sus
adalides y escuchas, secretamente les mandó que fuesen a escalarla una noche de
grande escuridad. Sucediendo pues el efecto conforme a su deseo, entraron los
adalides dentro, y ocupando la fortaleza juntamente con la villa, trataron al
alcaide y captivaron cuantos cristianos hallaron con muy pequeña resistencia.
Esta pérdida sintieron mucho los Reyes Católicos; y porque el daño no fuese
mayor, acudieron luego hacia aquella parte, proveyendo en la seguridad de sus
estados; y poniendo después sus invictos ánimos contra los de aquella nación,
que tan molestos eran al pueblo cristiano, determinaron de no alzar mano de la
guerra hasta acabarlos de conquistar, desterrando el nombre y seta de Mahoma de
aquella tierra. En el mesmo año que los moros tomaron a Zara, el marqués de
Cádiz, don Pedro Ponce León, y Diego de Merlo, asistente de Sevilla, y los
alcaides de Antequera y Archidona y otros caudillos cristianos de la frontera
fueron sobre la ciudad de Alhama, y por industria de un escudero morisco
llamado Juan de Baena la escaló un Ortega escalador, y la entraron y ganaron
por fuerza postrero día del mes de hebrero. Por otra parte el rey moro juntó
toda su gente, creyendo poderla cobrar luego, y a 11 días del mes de julio de
aquel año peleó con los cristianos que iban a socorrerla. Y siendo los nuestros
vencidos, murieron en la pelea don Rodrigo Girón, hijo de don Diego de
Castilla, alcaide de Cazalla, que después fue comendador mayor de Calatrava, y
otros caballeros. Más no por eso el moro hizo el efeto a que iba, porque los
cristianos que estaban dentro se defendieron, y el rey don Hernando los
socorrió; y siguiendo al enemigo la vuelta de Granada, entró en la Vega, y taló
y destruyó los sembrados y las huertas dos veces aquel año, y ganó la villa de
Tájora y la asoló, y tomó la torre de la puente de Pinos, donde fue Iliberia, y
dejando la frontera muy bien proveída, y a don Íñigo López de Mendoza, conde de
Tendilla, por alcaide y capitán de Alhama, volvió victorioso a la ciudad de
Córdoba. En este tiempo pues que los moros tenían más necesidad de conformidad,
permitió Dios que sus fuerzas se disminuyesen con división, para que los
Católicos Reyes tuviesen más comodidad en hacerles guerra. Era Abil Hascen,
hombre viejo y enfermo, y tan sujeto a los amores de una renegada que tenía por
mujer, llamada la Zoraya (no porque fuese éste su nombre proprio, sino por ser
muy hermosa, la comparaban a la estrella del alba, que llaman Zoraya), que por
amor della había repudiado a la Ayxa, su mujer principal, que era su prima
hermana, y con grandísima crueldad hecho degollar algunos de sus hijos sobre
una pila de alabastro, que se ve hoy día en los alcázares de la Alhambra en una
sala del Cuarto de los Leones, y esto a fin de que quedase el reino a los hijos
de la Zoraya. Más la Ayxa, temiendo que no le matase el hijo mayor, llamado Abí
Abdilehi o Abí Abdala, que todo es uno, se lo había quitado de delante,
descolgándole secretamente de parte de noche por una ventana de la torre de Comares
con una soga hecha de los almaizares y tocas de sus mujeres; y unos caballeros
llamados los Abencerrajes habían llevádole a la ciudad de Guadix, queriendo
favorecerle, porque estaban mal con el Rey a causa de haberles muerto ciertos
hermanos y parientes, so color de que uno dellos con favor de los otros había
habido una hermana suya doncella dentro de su palacio; más lo cierto era que
los quería mal porque eran de parte de la Ayxa, y por esto se temía dellos.
Estas cosas fueron causa de que toda a gente principal del reino aborreciesen a
Abil Hacen, y contra su voluntad trajeron de Guadix a Abí Abdilehi, su hijo, y
estando un día en los Alijares, le metieron en la Alhambra y le saludaron por
rey; y cuando el viejo vino del campo no le quisieron acoger dentro, llamándole
cruel, que había muerto sus hijos y la nobleza de los caballeros de Granada. El
cual se fue huyendo con poca gente al valle de Lecrín, y se metió en la
fortaleza de Mondújar; y favoreciéndose del valeroso [140] esfuerzo de un hermano
que tenía, llamado también Abí Abdeli o Abdilehi, guerreó cruelísimamente con
su hijo. En esta guerra murieron muchos caballeros y gente principal, y con
estas muertes fue creciendo tanto la enemistad, que aunque las partes se veían
consumir, no paraban, ni menos quiso ninguno dellos favorecerse de los Reyes
Católicos, por la enemistad grande que tenían al nombre cristiana; antes les
hacían también guerra cada uno por su parte. Estando pues las cosas en este
estado, por el mes de marzo del año del Señor 1483 y del imperio de los
alárabes 895, el marqués de Cádiz y don Alonso de Cárdenas, maestre de
Santiago, y otros muchos caballeros entraron con sus gentes a correr el término
de la ciudad de Málaga, que cae a la parte de Levante, donde llaman la Jarquía;
y recogiéndose los moros de aquellos lugares, que son muchos, cuando ya volvían
con gran presa, dieron en ellos y los desbarataron, y mataron a don Diego, don
Lope y don Beltrán, hermanos del Marqués, y a don Lorenzo y don Manuel, sus
sobrinos, y con ellos otros muchos parientes y criados suyos; y prendieron al
conde de Cifuentes y a don Pedro de Silva, su hermano, y a otros muchos
Caballeros. Esta fue la batalla que dicen de las Lomas de Cútar, la cual fue a
21 de marzo, viernes por la mañana; y en ella fueron muertos y presos la mayor
parte de los cristianos que allí se hallaron. Con esta victoria se ensoberbeció
tanto el nuevo rey Abí Abdilehi, que determinó de hacer una entrada por su
persona en los lugares de la Andalucía, pareciéndole que toda aquella tierra estaría
sin defensa, por la mucha gente que se había perdido en la Jarquía; y juntando
el mayor número de caballos y de peones que pudo, llevando consigo a Alatar,
alcaide de Loja, y muchos caballeros de Granada, fue a poner su real sobre
Lucena, villa del alcaide de los Donceles. Contáronnos algunos moros antiguos,
que saliendo el rey de Granada por la puerta Elvira, topó el hasta del
estandarte que llevaba delante en arco de la puerta y se quebró, y que los
agoreros le dijeron que no fuese más adelante, sino que se volviese, porque le
sucedería muy mal; y que llegando a la rambla de Beiro, como un tiro de
ballesta de la ciudad, atravesó una zorra por medio de toda la gente, y casi
por junto al proprio Rey, y se les fue sin que la pudiesen matar; lo cual tuvieron
por tan mal agüero, que muchos moros de los principales se quisieron volver a
la ciudad, diciendo que había de ser su perdición aquella jornada; más el Rey
no quiso dejar de proseguir su camino, y llegando a Lucena, hizo talar los
panes, viñas y huertas de la comarca, y robar toda la tierra. Estaba a la sazón
en la villa de Baena el conde de Cabra, y sabiendo la entrada del enemigo y el
daño que hacía, recogió a gran priesa la más gente que pudo y caminó con ella
la vuelta de Lucena para juntarse con el alcaide de los Donceles; lo cual
sabido por el rey moro, alzó su real, y con gran presa de captivos y de ganados
se fue retirando la vuelta de Loja; y los cristianos, con más ánimo que
fuerzas, porque eran muy pocos en comparación de los enemigos, siguieron luego
al alcance, y en descubriéndolos, los acometieron en un arroyo que llaman de
Martín González, legua y media de Lucena, por el mes de abril deste año; y
siendo Dios servido darles victoria, prendieron al rey Abí Abdilehi, y matando
al alcaide Alatar y otros muchos caballeros moros, cobraron la presa que
llevaban, y cargados de despojos, con nueve banderas que ganaron aquel día,
volvieron alegres y victoriosos a sus villas. No fue de poco momento la prisión
del rey moro para la conquista de aquel reino, porque estando las cosas de los
moros turbadas, entró el rey don Hernando aquel año con su ejército en la vega
de Granada, y haciendo grandes talas en los sembrados, huertas y viñas y en los
términos de las villas de Illora y Montefrío, cercó la villa de Tájora, que los
moros habían vuelto a fortalecer, y la combatió y ganó por fuerza; y haciéndola
destruir y asolar otra vez, volvió a invernar a Córdoba. Nació una competencia
honrosa entre el conde de Cabra y el alcaide de los Donceles sobre a cual dellos
pertenecía el prisionero rey; y los Reyes Católicos, gratificándoles cumplida y
graciosamente aquel servicio, mandaron que se lo llevasen a Córdoba; los cuales
lo hicieron ansí. Y estando en aquella ciudad, trató el moro con ellos por
medio de algunos caballeros que se le ponían en libertad sería su vasallo y les
pagaría tributo en cada un año, y haría en su nombre guerra a los otros moros
que no lo quisiesen ser. Sobre esto hubo diversos pareceres entre los
consejeros, y al fin se tuvo por buen consejo hacer lo que el moro pedía,
considerando que mientras hubiese dos reyes enemigos en el reino de Granada
tendrían los cristianos mejor disposición de hacerles guerra; y no solamente,
le concedieron los Reyes Católicos lo que pedía, más ofreciéronle que le
favorecerían para que guerrease con su padre y con los pueblos que durante su
prisión se le hubiesen rebelado; y dándole libertad, le enviaron a su tierra.
Llegado pues el moro a Granada, no fue tan bien recibido de los ciudadanos como
se pensaba; porque cuando supieron las capitulaciones que dejaba hechas con los
reyes cristianos, y que había de ser su vasallo, los proprios que habían
puéstole en el reino fueron los primeros que se alzaron contra él, y
favoreciendo la parte de Abí Abdilehi, su tío, que tenía el bando del rey
viejo, determinaron de hacer nueva guerra a los cristianos. Y porque el tío y
el sobrino tenían un mesmo nombre, para diferenciarlos, y aun por oprobrio del
sobrino que había estado captivo, le llamaron el Zogoyhi, que quiere decir el
desventuradillo, y al tío Zagal, que es nombre de valiente; y desta manera los
llamaremos de aquí adelante en el discurso de la historia. Los granadinos pues
juntaron luego quince alcaides de los más principales de aquel reino, y con
gran número de caballos y peones entraron por las fronteras de la Andalucía,
diciendo que su rey estando en prisión no los podía obligar a paz ni a otro
ningún género de condición; más no les sucedió la empresa como pensaban, porque
Luis Hernández Puertocarrero, señor de Palma, les salió al encuentro con la
gente de la frontera y los venció, y matando y prendiendo gran número de moros,
y entre ellos los alcaides más principales, les ganó quince banderas. También
alcanzó parte del despojo desta victoria el marqués de Cádiz, el cual, yendo en
busca de los enemigos, encontró con los que huían del desbarate, y prendiendo y
matando muchos dellos, pasó sobre la villa de Zara y la escaló y tomó por
fuerza de armas; y matando al Alcaide y a los que con él estaban, la fortaleció
y pobló de cristianos. Todos [141] estos sucesos eran causa de que el aborrecimiento de los
granadinos creciese contra el Zogoybi, el cual no se teniendo por seguro en la
ciudad, tomó sus mujeres y hijos y se fue a meter en Almería. Viendo esto los
granadinos, enviaron luego por Abil Hascen, que estaba en Mondújar, y
recibiéndole otra vez por rey, comenzó una cruel guerra entre padre y hijo. El
año del Señor 1484, y del imperio de los alárabes 896, juntaron sus gentes
nuestros príncipes, y entrando el Católico Rey en tierra de Málaga, taló y
destruyó los sembrados, huertas y viñas de la comarca, y ganó por fuerza de
armas la villa de Alora por San Juan de junio, aunque algunos dicen que
adelante por julio, y las de Alozaina y Setenil se le dieron a partido después.
Setenil se le dio día de San Mateo, 21 de setiembre. En el mesmo tiempo envió a
reconocer la villa de Cazarabonela al conde Lozano: el cual fue muerto por los
moros. Y porque en el siguiente año había de proseguir la guerra por aquella
parte, que es donde llaman la Hoya de Málaga, se fue invernar a Sevilla, y este
año fue el Rey Católico a cierto ardid para ocupar a Loja, y no se hizo. Venida
la primavera del año 485, que fueron 897 del imperio de los alárabes, el rey
don Hernando volvió a entrar en la Hoya de Málaga, y hizo otra tala como la del
año pasado, y por el mes de mayo le entregaron los moros la fortaleza de Coin y
la de Cártama, donde murió Pedro Ruiz de Alarcón, capitán de sus altezas. Ganó
también a Benamaquex, Churriana, Pupiaria, Campaniles, Fadala, Laudín y Guaro;
y poniendo en todas ellas sus alcaides, pasó sobre la ciudad de Ronda y le dio
tan recios combates, que aunque parecía inexpugnable por su sitio y había
dentro mucha y muy buena gente de guerra, se la entregaron los moros a partido
domingo día de Pascua de Pentecostés. Ganada la ciudad, el alcaide moro que
estaba en el castillo no lo quiso rendir, más el Rey lo mandó escalar y ganó
por fuerza, siendo el primero que subió por la escala Alonso Hernández Fajardo,
a quien los Católicos Reyes hicieron muchas mercedes. Luego se entregaron las
villas y fortalezas de Junquera, Burgo, Monda, Tolox, Montejaque, Hiznalmara,
Cardela, Benaoján, Montecorto, Audita, y otras de las serranías y Havaral; y
los moros que vivían en ellas se holgaron de ser mudéjares y vasallos de los
Reyes Católicos, porque los recibían con muy honestas condiciones, y juraron en
su ley que les serían leales vasallos, y cumplirían sus cartas y mandamientos,
y harían guerra por su mandado, y les acudirían con todos los tributos, pechos
y derechos que acostumbraban p agar a los reyes moros bien y fielmente, sin
fraude ni engaño. También los Reyes Católicos aseguraban a todos los moros
igualmente, así a los que venían a darse por sus vasallos como a los que se les
rendían, tomando sus personas y bienes debajo de su amparo real, y les
prometían que los dejarían vivir en su ley; que no les harían ni consentirían
hacer opresión alguna, y que sus lites y causas serían juzgadas por sus cadís y
jueces, y por la ley que ellos llaman del
xara; y les daban licencia que pudiesen tratar y contratar en
cualesquier partes y lugares de sus reinos libremente, con que no entrasen en
las fortalezas ni en las villas cercadas con una hora antes de puesto el sol,
si no fuese por su mandado o de los alcaides y gobernadores dellas. Permitían
ansimesmo que todos los que no quisiesen vivir en la tierra pudiesen vender sus
bienes, y pasarse con sus mujeres y hijos y familias a Berbería, y les daban
navíos en que pasasen seguros, ordenando a todos los alcaides y gobernadores de
las fronteras que les hiciesen buen tratamiento. El mesmo año pues y con las
mesmas condiciones se entregaron a los Reyes Católicos diez y nueve villas del
Havaral, y diez y siete de la serranía de Gausín, y doce de la serranía de Villaluenga
y la villa de Cazarabonela. Y a 11 de junio, día de San Bernabé, se le dio la
ciudad de Marbella con las villas de Montemayor, Cortes y Alarizate, y otros
diez lugares que estaban al derredor de la ciudad. Y el Rey pasó a reconocer a
Málaga, y dejando derribada la fortaleza de Benalmadala, puso sus alcaides en
las otras y volvió aquel año a invernar a Córdoba. Estaba en este tiempo el
Zogoybi en la ciudad de Almería, y los Reyes Católicos, viendo lo mucho que
importaba mantener la guerra por aquella parte para que las fuerzas del enemigo
se dividiesen, hacían proveerle de dineros y de todas las otras cosas
necesarias, y mandaban a los alcaides y gobernadores de las ciudades y villas
de aquella frontera que le favoreciesen contra los lugares que no quisiesen
obedecer, y con este favor guerreaba cruelmente con su padre y tío. Sucedió
pues que estos mesmos días los granadinos, viendo que Abil Hascen estaba ciego,
impedido de vejez y de enfermedades, y no hábil para gobernar el reino en
tantos trabajos de guerra, le dejaron; y conociendo el valor y esfuerzo del
Zagal, se llegaron a él todos los principales y le saludaron por rey,
declarando por indigno de aquella sucesión al Zogoybi, por haberse aliado con
los príncipes cristianos enemigos de su ley; y sacando de la ciudad a Abil
Hascen con su familia, le metieron en la fortaleza de Mondújar. De aquí comenzó
la última perdición de los moros de aquel reino, porque el Zagal, deseando
reinar solo, trató con unos alfaquís de Almería que le diesen entrada una noche
secretamente en la ciudad, para matar o prender a su sobrino; el cual fue
avisado, y la mesma noche que los traidores pusieron en obra su traición tomó
un ligero caballo, y se fue huyendo a tierra de cristianos. El Zagal entró en
Almería, y ocupando el castillo, corrió luego al palacio pensando hallar en él
a su enemigo; y no le hallando, con cruelísima rabia mató a otro hermano suyo
niño, que el Zogoybi había llevado consigo porque el cruel viejo su padre no le
matase, como había hecho a los demás; y hizo degollar a todos los del bando
contrario que pudo haber a las manos. Esta traición y crueldad sintió tanto el
Zogoybi, que jamás se pudo acabar con él que se confederase adelante con su
tío, ni se fió dél, aunque se ofrecieron muchas ocasiones en que le pudiera ser
provechoso. Dende a pocos días que esto acaeció, murió Abil Hascen en el
castillo de Mondújar; y el Zagal, juntando las fuerzas de aquel reino, comenzó
a hacer guerra a los cristianos, y en el mesmo año tuvo algunas victorias,
entre las cuales fue una por el mes de setiembre, que yendo el rey don Hernando
sobre la villa de Moclín, salió el rey de Granada, y peleó cerca della con el
conde de Cabra, y matando a don Gonzalo de Córdoba, su hermano, le desbarató.
De cuya causa el Rey dejó la conquista por aquella parte, y de vuelta cercó las
fuertes villas de Cambil y Havaral, donde tenían los moros su frontera contra
Jaén, y combatiéndolas con artillería, se le rindieron, y el alcaide moro [142] y la gente de guerra
que había dentro se fueron a Granada. También el clavero de la orden de
Alcántara, que estaba en la ciudad de Alhama, escaló y tomó por fuerza la villa
de Zalia, en término de Vélez, y mandando el Rey fortalecer aquellas villas,
fue aquel año a invernar a Toledo y a Alcalá de Henares.
Capítulo XII
De la conquista que los Católicos Reyes
don Hernando y doña Isabel hicieron en el reino de Granada desde el año 1482
hasta el de 1485
La última guerra que los príncipes cristianos
tuvieron en España con los reyes moros, fue la conquista que los Católicos
Reyes don Hernando y doña Isabel hicieron en el reino de Granada, de la cual
hacemos mención en esta historia, por no dejar atrás cosas de las que faltando
podrían desgustar al lector. Todas las otras que fueron antes della se hallarán
escritas en nuestra general historia de África, en el segundo libro del primer
volumen. Siendo pues rey de Granada un valeroso pagano del linaje de los
Alahamares, llamado Abil Hascen, cerca de los años de Cristo 1480, y del
imperio de los alárabes 892, en la ocasión de la guerra que los Reyes Católicos
tenían con el rey de Portugal, juntó sus gentes, y hizo grandes daños en los
lugares de la Andalucía
y del reino de Murcia. Y como no pudiesen acudir a todas partes, hicieron
treguas con él, durante las cuales, en el año de nuestra salud 1482, siendo el
moro avisado por sus espías que los cristianos fronteros de Zara, confiados en
la tregua, estaban descuidados, y que era buena coyuntura para ocupar aquella
fortaleza, rompió la tregua, y juntando sus adalides y escuchas, secretamente
les mandó que fuesen a escalarla una noche de grande escuridad. Sucediendo pues
el efecto conforme a su deseo, entraron los adalides dentro, y ocupando la
fortaleza juntamente con la villa, trataron al alcaide y captivaron cuantos
cristianos hallaron con muy pequeña resistencia. Esta pérdida sintieron mucho
los Reyes Católicos; y porque el daño no fuese mayor, acudieron luego hacia
aquella parte, proveyendo en la seguridad de sus estados; y poniendo después
sus invictos ánimos contra los de aquella nación, que tan molestos eran al
pueblo cristiano, determinaron de no alzar mano de la guerra hasta acabarlos de
conquistar, desterrando el nombre y seta de Mahoma de aquella tierra. En el
mesmo año que los moros tomaron a Zara, el marqués de Cádiz, don Pedro Ponce
León, y Diego de Merlo, asistente de Sevilla, y los alcaides de Antequera y
Archidona y otros caudillos cristianos de la frontera fueron sobre la ciudad de
Alhama, y por industria de un escudero morisco llamado Juan de Baena la escaló
un Ortega escalador, y la entraron y ganaron por fuerza postrero día del mes de
hebrero. Por otra parte el rey moro juntó toda su gente, creyendo poderla
cobrar luego, y a 11 días del mes de julio de aquel año peleó con los
cristianos que iban a socorrerla. Y siendo los nuestros vencidos, murieron en
la pelea don Rodrigo Girón, hijo de don Diego de Castilla, alcaide de Cazalla,
que después fue comendador mayor de Calatrava, y otros caballeros. Más no por
eso el moro hizo el efeto a que iba, porque los cristianos que estaban dentro
se defendieron, y el rey don Hernando los socorrió; y siguiendo al enemigo la
vuelta de Granada, entró en la
Vega , y taló y destruyó los sembrados y las huertas dos veces
aquel año, y ganó la villa de Tájora y la asoló, y tomó la torre de la puente
de Pinos, donde fue Iliberia, y dejando la frontera muy bien proveída, y a don
Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla, por alcaide y capitán de Alhama,
volvió victorioso a la ciudad de Córdoba. En este tiempo pues que los moros
tenían más necesidad de conformidad, permitió Dios que sus fuerzas se
disminuyesen con división, para que los Católicos Reyes tuviesen más comodidad
en hacerles guerra. Era Abil Hascen, hombre viejo y enfermo, y tan sujeto a los
amores de una renegada que tenía por mujer, llamada la Zoraya (no porque fuese
éste su nombre proprio, sino por ser muy hermosa, la comparaban a la estrella
del alba, que llaman Zoraya), que por amor della había repudiado a la Ayxa , su mujer principal, que
era su prima hermana, y con grandísima crueldad hecho degollar algunos de sus
hijos sobre una pila de alabastro, que se ve hoy día en los alcázares de la Alhambra en una sala del
Cuarto de los Leones, y esto a fin de que quedase el reino a los hijos de la Zoraya. Más la Ayxa , temiendo que no le
matase el hijo mayor, llamado Abí Abdilehi o Abí Abdala, que todo es uno, se lo
había quitado de delante, descolgándole secretamente de parte de noche por una
ventana de la torre de Comares con una soga hecha de los almaizares y tocas de
sus mujeres; y unos caballeros llamados los Abencerrajes habían llevádole a la
ciudad de Guadix, queriendo favorecerle, porque estaban mal con el Rey a causa
de haberles muerto ciertos hermanos y parientes, so color de que uno dellos con
favor de los otros había habido una hermana suya doncella dentro de su palacio;
más lo cierto era que los quería mal porque eran de parte de la Ayxa , y por esto se temía
dellos. Estas cosas fueron causa de que toda a gente principal del reino
aborreciesen a Abil Hacen, y contra su voluntad trajeron de Guadix a Abí
Abdilehi, su hijo, y estando un día en los Alijares, le metieron en la Alhambra y le saludaron
por rey; y cuando el viejo vino del campo no le quisieron acoger dentro,
llamándole cruel, que había muerto sus hijos y la nobleza de los caballeros de
Granada. El cual se fue huyendo con poca gente al valle de Lecrín, y se metió
en la fortaleza de Mondújar; y favoreciéndose del valeroso [140] esfuerzo de un hermano
que tenía, llamado también Abí Abdeli o Abdilehi, guerreó cruelísimamente con
su hijo. En esta guerra murieron muchos caballeros y gente principal, y con
estas muertes fue creciendo tanto la enemistad, que aunque las partes se veían
consumir, no paraban, ni menos quiso ninguno dellos favorecerse de los Reyes
Católicos, por la enemistad grande que tenían al nombre cristiana; antes les
hacían también guerra cada uno por su parte. Estando pues las cosas en este
estado, por el mes de marzo del año del Señor 1483 y del imperio de los
alárabes 895, el marqués de Cádiz y don Alonso de Cárdenas, maestre de
Santiago, y otros muchos caballeros entraron con sus gentes a correr el término
de la ciudad de Málaga, que cae a la parte de Levante, donde llaman la Jarquía ; y recogiéndose
los moros de aquellos lugares, que son muchos, cuando ya volvían con gran
presa, dieron en ellos y los desbarataron, y mataron a don Diego, don Lope y
don Beltrán, hermanos del Marqués, y a don Lorenzo y don Manuel, sus sobrinos,
y con ellos otros muchos parientes y criados suyos; y prendieron al conde de
Cifuentes y a don Pedro de Silva, su hermano, y a otros muchos Caballeros. Esta
fue la batalla que dicen de las Lomas de Cútar, la cual fue a 21 de marzo,
viernes por la mañana; y en ella fueron muertos y presos la mayor parte de los
cristianos que allí se hallaron. Con esta victoria se ensoberbeció tanto el
nuevo rey Abí Abdilehi, que determinó de hacer una entrada por su persona en
los lugares de la Andalucía ,
pareciéndole que toda aquella tierra estaría sin defensa, por la mucha gente
que se había perdido en la
Jarquía ; y juntando el mayor número de caballos y de peones
que pudo, llevando consigo a Alatar, alcaide de Loja, y muchos caballeros de
Granada, fue a poner su real sobre Lucena, villa del alcaide de los Donceles.
Contáronnos algunos moros antiguos, que saliendo el rey de Granada por la
puerta Elvira, topó el hasta del estandarte que llevaba delante en arco de la
puerta y se quebró, y que los agoreros le dijeron que no fuese más adelante,
sino que se volviese, porque le sucedería muy mal; y que llegando a la rambla
de Beiro, como un tiro de ballesta de la ciudad, atravesó una zorra por medio
de toda la gente, y casi por junto al proprio Rey, y se les fue sin que la
pudiesen matar; lo cual tuvieron por tan mal agüero, que muchos moros de los
principales se quisieron volver a la ciudad, diciendo que había de ser su
perdición aquella jornada; más el Rey no quiso dejar de proseguir su camino, y
llegando a Lucena, hizo talar los panes, viñas y huertas de la comarca, y robar
toda la tierra. Estaba a la sazón en la villa de Baena el conde de Cabra, y
sabiendo la entrada del enemigo y el daño que hacía, recogió a gran priesa la
más gente que pudo y caminó con ella la vuelta de Lucena para juntarse con el
alcaide de los Donceles; lo cual sabido por el rey moro, alzó su real, y con
gran presa de captivos y de ganados se fue retirando la vuelta de Loja; y los
cristianos, con más ánimo que fuerzas, porque eran muy pocos en comparación de
los enemigos, siguieron luego al alcance, y en descubriéndolos, los acometieron
en un arroyo que llaman de Martín González, legua y media de Lucena, por el mes
de abril deste año; y siendo Dios servido darles victoria, prendieron al rey
Abí Abdilehi, y matando al alcaide Alatar y otros muchos caballeros moros,
cobraron la presa que llevaban, y cargados de despojos, con nueve banderas que
ganaron aquel día, volvieron alegres y victoriosos a sus villas. No fue de poco
momento la prisión del rey moro para la conquista de aquel reino, porque
estando las cosas de los moros turbadas, entró el rey don Hernando aquel año
con su ejército en la vega de Granada, y haciendo grandes talas en los
sembrados, huertas y viñas y en los términos de las villas de Illora y
Montefrío, cercó la villa de Tájora, que los moros habían vuelto a fortalecer,
y la combatió y ganó por fuerza; y haciéndola destruir y asolar otra vez,
volvió a invernar a Córdoba. Nació una competencia honrosa entre el conde de
Cabra y el alcaide de los Donceles sobre a cual dellos pertenecía el prisionero
rey; y los Reyes Católicos, gratificándoles cumplida y graciosamente aquel
servicio, mandaron que se lo llevasen a Córdoba; los cuales lo hicieron ansí. Y
estando en aquella ciudad, trató el moro con ellos por medio de algunos
caballeros que se le ponían en libertad sería su vasallo y les pagaría tributo
en cada un año, y haría en su nombre guerra a los otros moros que no lo
quisiesen ser. Sobre esto hubo diversos pareceres entre los consejeros, y al
fin se tuvo por buen consejo hacer lo que el moro pedía, considerando que
mientras hubiese dos reyes enemigos en el reino de Granada tendrían los
cristianos mejor disposición de hacerles guerra; y no solamente, le concedieron
los Reyes Católicos lo que pedía, más ofreciéronle que le favorecerían para que
guerrease con su padre y con los pueblos que durante su prisión se le hubiesen
rebelado; y dándole libertad, le enviaron a su tierra. Llegado pues el moro a
Granada, no fue tan bien recibido de los ciudadanos como se pensaba; porque
cuando supieron las capitulaciones que dejaba hechas con los reyes cristianos,
y que había de ser su vasallo, los proprios que habían puéstole en el reino
fueron los primeros que se alzaron contra él, y favoreciendo la parte de Abí
Abdilehi, su tío, que tenía el bando del rey viejo, determinaron de hacer nueva
guerra a los cristianos. Y porque el tío y el sobrino tenían un mesmo nombre,
para diferenciarlos, y aun por oprobrio del sobrino que había estado captivo,
le llamaron el Zogoyhi, que quiere decir el desventuradillo, y al tío Zagal,
que es nombre de valiente; y desta manera los llamaremos de aquí adelante en el
discurso de la historia. Los granadinos pues juntaron luego quince alcaides de
los más principales de aquel reino, y con gran número de caballos y peones
entraron por las fronteras de la
Andalucía , diciendo que su rey estando en prisión no los
podía obligar a paz ni a otro ningún género de condición; más no les sucedió la
empresa como pensaban, porque Luis Hernández Puertocarrero, señor de Palma, les
salió al encuentro con la gente de la frontera y los venció, y matando y
prendiendo gran número de moros, y entre ellos los alcaides más principales,
les ganó quince banderas. También alcanzó parte del despojo desta victoria el
marqués de Cádiz, el cual, yendo en busca de los enemigos, encontró con los que
huían del desbarate, y prendiendo y matando muchos dellos, pasó sobre la villa
de Zara y la escaló y tomó por fuerza de armas; y matando al Alcaide y a los
que con él estaban, la fortaleció y pobló de cristianos. Todos [141] estos sucesos eran
causa de que el aborrecimiento de los granadinos creciese contra el Zogoybi, el
cual no se teniendo por seguro en la ciudad, tomó sus mujeres y hijos y se fue
a meter en Almería. Viendo esto los granadinos, enviaron luego por Abil Hascen,
que estaba en Mondújar, y recibiéndole otra vez por rey, comenzó una cruel
guerra entre padre y hijo. El año del Señor 1484, y del imperio de los alárabes
896, juntaron sus gentes nuestros príncipes, y entrando el Católico Rey en
tierra de Málaga, taló y destruyó los sembrados, huertas y viñas de la comarca,
y ganó por fuerza de armas la villa de Alora por San Juan de junio, aunque
algunos dicen que adelante por julio, y las de Alozaina y Setenil se le dieron
a partido después. Setenil se le dio día de San Mateo, 21 de setiembre. En el
mesmo tiempo envió a reconocer la villa de Cazarabonela al conde Lozano: el
cual fue muerto por los moros. Y porque en el siguiente año había de proseguir
la guerra por aquella parte, que es donde llaman la Hoya de Málaga, se fue
invernar a Sevilla, y este año fue el Rey Católico a cierto ardid para ocupar a
Loja, y no se hizo. Venida la primavera del año 485, que fueron 897 del imperio
de los alárabes, el rey don Hernando volvió a entrar en la Hoya de Málaga, y hizo otra
tala como la del año pasado, y por el mes de mayo le entregaron los moros la
fortaleza de Coin y la de Cártama, donde murió Pedro Ruiz de Alarcón, capitán
de sus altezas. Ganó también a Benamaquex, Churriana, Pupiaria, Campaniles,
Fadala, Laudín y Guaro; y poniendo en todas ellas sus alcaides, pasó sobre la
ciudad de Ronda y le dio tan recios combates, que aunque parecía inexpugnable
por su sitio y había dentro mucha y muy buena gente de guerra, se la entregaron
los moros a partido domingo día de Pascua de Pentecostés. Ganada la ciudad, el
alcaide moro que estaba en el castillo no lo quiso rendir, más el Rey lo mandó
escalar y ganó por fuerza, siendo el primero que subió por la escala Alonso
Hernández Fajardo, a quien los Católicos Reyes hicieron muchas mercedes. Luego
se entregaron las villas y fortalezas de Junquera, Burgo, Monda, Tolox,
Montejaque, Hiznalmara, Cardela, Benaoján, Montecorto, Audita, y otras de las
serranías y Havaral; y los moros que vivían en ellas se holgaron de ser
mudéjares y vasallos de los Reyes Católicos, porque los recibían con muy
honestas condiciones, y juraron en su ley que les serían leales vasallos, y
cumplirían sus cartas y mandamientos, y harían guerra por su mandado, y les
acudirían con todos los tributos, pechos y derechos que acostumbraban p agar a
los reyes moros bien y fielmente, sin fraude ni engaño. También los Reyes
Católicos aseguraban a todos los moros igualmente, así a los que venían a darse
por sus vasallos como a los que se les rendían, tomando sus personas y bienes
debajo de su amparo real, y les prometían que los dejarían vivir en su ley; que
no les harían ni consentirían hacer opresión alguna, y que sus lites y causas
serían juzgadas por sus cadís y jueces, y por la ley que ellos llaman del xara; y les daban licencia que
pudiesen tratar y contratar en cualesquier partes y lugares de sus reinos
libremente, con que no entrasen en las fortalezas ni en las villas cercadas con
una hora antes de puesto el sol, si no fuese por su mandado o de los alcaides y
gobernadores dellas. Permitían ansimesmo que todos los que no quisiesen vivir
en la tierra pudiesen vender sus bienes, y pasarse con sus mujeres y hijos y
familias a Berbería, y les daban navíos en que pasasen seguros, ordenando a
todos los alcaides y gobernadores de las fronteras que les hiciesen buen tratamiento.
El mesmo año pues y con las mesmas condiciones se entregaron a los Reyes
Católicos diez y nueve villas del Havaral, y diez y siete de la serranía de
Gausín, y doce de la serranía de Villaluenga y la villa de Cazarabonela. Y a 11
de junio, día de San Bernabé, se le dio la ciudad de Marbella con las villas de
Montemayor, Cortes y Alarizate, y otros diez lugares que estaban al derredor de
la ciudad. Y el Rey pasó a reconocer a Málaga, y dejando derribada la fortaleza
de Benalmadala, puso sus alcaides en las otras y volvió aquel año a invernar a
Córdoba. Estaba en este tiempo el Zogoybi en la ciudad de Almería, y los Reyes
Católicos, viendo lo mucho que importaba mantener la guerra por aquella parte
para que las fuerzas del enemigo se dividiesen, hacían proveerle de dineros y
de todas las otras cosas necesarias, y mandaban a los alcaides y gobernadores
de las ciudades y villas de aquella frontera que le favoreciesen contra los
lugares que no quisiesen obedecer, y con este favor guerreaba cruelmente con su
padre y tío. Sucedió pues que estos mesmos días los granadinos, viendo que Abil
Hascen estaba ciego, impedido de vejez y de enfermedades, y no hábil para
gobernar el reino en tantos trabajos de guerra, le dejaron; y conociendo el
valor y esfuerzo del Zagal, se llegaron a él todos los principales y le
saludaron por rey, declarando por indigno de aquella sucesión al Zogoybi, por
haberse aliado con los príncipes cristianos enemigos de su ley; y sacando de la
ciudad a Abil Hascen con su familia, le metieron en la fortaleza de Mondújar.
De aquí comenzó la última perdición de los moros de aquel reino, porque el
Zagal, deseando reinar solo, trató con unos alfaquís de Almería que le diesen
entrada una noche secretamente en la ciudad, para matar o prender a su sobrino;
el cual fue avisado, y la mesma noche que los traidores pusieron en obra su
traición tomó un ligero caballo, y se fue huyendo a tierra de cristianos. El
Zagal entró en Almería, y ocupando el castillo, corrió luego al palacio
pensando hallar en él a su enemigo; y no le hallando, con cruelísima rabia mató
a otro hermano suyo niño, que el Zogoybi había llevado consigo porque el cruel
viejo su padre no le matase, como había hecho a los demás; y hizo degollar a
todos los del bando contrario que pudo haber a las manos. Esta traición y
crueldad sintió tanto el Zogoybi, que jamás se pudo acabar con él que se
confederase adelante con su tío, ni se fió dél, aunque se ofrecieron muchas
ocasiones en que le pudiera ser provechoso. Dende a pocos días que esto acaeció,
murió Abil Hascen en el castillo de Mondújar; y el Zagal, juntando las fuerzas
de aquel reino, comenzó a hacer guerra a los cristianos, y en el mesmo año tuvo
algunas victorias, entre las cuales fue una por el mes de setiembre, que yendo
el rey don Hernando sobre la villa de Moclín, salió el rey de Granada, y peleó
cerca della con el conde de Cabra, y matando a don Gonzalo de Córdoba, su
hermano, le desbarató. De cuya causa el Rey dejó la conquista por aquella
parte, y de vuelta cercó las fuertes villas de Cambil y Havaral, donde tenían
los moros su frontera contra Jaén, y combatiéndolas con artillería, se le
rindieron, y el alcaide moro [142] y la gente de guerra que había dentro se fueron a Granada.
También el clavero de la orden de Alcántara, que estaba en la ciudad de Alhama,
escaló y tomó por fuerza la villa de Zalia, en término de Vélez, y mandando el
Rey fortalecer aquellas villas, fue aquel año a invernar a Toledo y a Alcalá de
Henares.
De la que los Reyes Católicos hicieron en
la conquista del reino de Granada el año de 86
El siguiente año de 1486 volvió a entrar el Rey
Católico en el reino de Granada, y cercó la ciudad de Loja; y aunque los años
pasados la había tenido cercada y no la había podido tomar, y habían los moros
muerto en el cerco a don Rodrigo Téllez Girón, maestre de Calatrava, de una
saeta con yerba, a 3 de julio del año de 1482, desta vez perseveró tanto en el
cerco y le dio tan recios combates, que el alcaide moro que la tenía se la
entregó lunes 9 días del mes de mayo del mismo año. Luego que Loja se hubo
entregado, las villas de Illora, Moclín, Montefrío y Colomera se le rindieron;
y dejándolas los moros desamparadas, se fueron a meter en la ciudad de Granada.
Su alteza puso guarnición de gente de guerra en todas ellas, y las entregó a
sus alcaides, y se volvió victorioso a Córdoba. Mientras el rey don Hernando
hacía estas entradas con su ejército, la Católica Reina doña
Isabel era su proveedora, y andaba de una parte a otra proveyendo y enviando
todo lo necesario al real; y con esto había siempre en él muchos bastimentos,
armas, municiones y gente, porque era grandísima su solicitud y diligencia.
Andando pues estos Católicos Reyes en la conquista que tanto placía a Dios y a
su bendita Madre, los moros guerreaban entre sí cruelmente. El Zogoybi, estando
recogido en Vélez el Blanco, y siendo favorecido de los cristianos de la
frontera, guerreaba por aquella parte con el Zagal, el cual, apoderado de
Granada y de las otras ciudades de aquel reino, era más poderoso que él, y
hacía morir a los que tenían su voz; más no lo era contra el poder del Católico
Rey, por estar sus fuerzas divididas en dos parcialidades; cosa que importaba
mucho a sus altezas para poder hacerla guerra más a su voluntad. Y como era
negocio guiado por Dios, luego ordenó su divina Majestad que hubiese otra mayor
disensión entre los moros, poniéndose el Zogoybi en aventura de un hecho no
menos temerario que peligroso. Viendo este rey que su enemigo estaba apoderado
de la mejor y mayor parte del reino, que no le obedecían a él en ninguna de las
ciudades, y que los caballeros que le habían seguido y servido iban ya
dejándole, aventurándose a la muerte más cierto que a salir con la empresa que
llevaba, acordó de meterse una noche secretamente en la ciudad de Granada con
algunos caballeros que le habían quedado; y atravesando por sierras ásperas y
fragosas fuera de camino, llegó de improviso al Albaicín, y dejando la gente
algo arredrada de los muros, se arrimó a la puerta de Fax el Leuz con solos
cinco hombres; y hablando con las guardas, supo decirles tales cosas, que sin
haber entre ellos trato ni concierto, pudo tanto la presencia de su rey, que
obedecieron cuanto les quiso mandar; y abriéndole las puertas, le metieron
dentro con su gente: el cual anduvo aquella noche de puerta en puerta por las
casas de los más principales, que tenía por amigos y entendía que le habían de
favorecer; y rogando a unos, prometiendo a otros, los movió a que tomasen las
armas. Lo mesmo hicieron todos los vecinos; y otro dio de mañana se pusieron en
arma, cerrando las bocas de las calles y los portillos por donde los de la
ciudad podían subir, y proveyendo todas las cosas necesarias a su defensa. Por
otra parte el Zagal, luego que corrió la voz por la ciudad que su sobrino
estaba en el Albaicín, con el mayor número de gente que pudo comenzó a pelear
con él; y saliendo los unos y los otros al campo, hubo entre ellos una reñida
pelea, en que murieron muchos de entrambas partes; y siendo inferior el
Zogoybi, porque tenía menos número de gente, le fue necesario retirarse al
Albaicín y meterse dentro de sus reparos. El Zagal puso sus estancias contra
él, y desta manera estuvieron más de cincuenta días peleando con tanta
crueldad, que por ninguna cosa se tomaba hombre a vida. El Zogoybi envió luego
a pedir socorro a los Reyes Católicos, que habían ido aquel año en romería a
Santiago de Galicia, y cobrado de camino a Ponferrada y a otras villas y
fortalezas; y sus altezas mandaron a don Pedro Henríquez, adelantado de la
frontera, que le fuese a socorrer con su gente. El cual juntó el mayor número
de caballos y peones que pudo, y fue la vuelta de Granada; y peleando con los
moros del Zagal que le salían al encuentro, metió quinientos escopeteros
cristianos en el Albaicín, para que con su calor se mantuviesen en lealtad los
de la parte del Zogoybi; y sin recebir daño se retiró a la frontera. Mientras
esto se hacía en Granada, el rey don Hernando, en el año de 1487, partió de
Córdoba, y fue a cercar la ciudad de Vélez Málaga, llamada ansí porque está
cerca de Málaga, y no porque sea de su jurisdición; y la cercó un día después
de Pascua de Resurrección, a 19 días del mes de abril. Y como los alfaquís y
ancianos de Granada vieron que mientras ellos peleaban en sus casas los
cristianos ocupaban las ciudades y villas de aquel reino y las fortalecían, juntándose
los más principales dellos, subieron un día a la Alhambra , y haciendo un
largo razonamiento al Zagal, le dijeron desta manera: «Señor, ¿para qué
trabajos por ser rey, si dejas perder la tierra de que lo has de ser? Los
cristianos han ido a cercar la ciudad de Vélez, y si la pierdes, Málaga y todas
las otras del reino se perderán. Tu sobrino está en el Albaicín, y con las
fuerzas de los enemigos de nuestra ley te entretiene, mientras se hace más
poderoso el rey cristiano. Apiádate deste pueblo, y haz alguna paz o tregua con
él mientras se expele el enemigo común, aunque pierdas algo de tu derecho».
Estas razones movieron a tanta compasión al Zagal, que les respondió que luego
fuesen a tratarlo con su sobrino, porque holgaba mucho hallar algún medio como
hacer paces con él, y le obedecería y se pondría debajo de su bandera. Esta
respuesta fue luego referida al Zogoybi por los mesmos alfaquís y ancianos; más
él les respondió resolutamente que eran tantas las traiciones y crueldades que
su tío había usado con él y con sus amigos, que no se aseguraría jamás de sus
palabras, ni quería paz ni treguas con ningún género de condición; y con esto
los despidió harto desconsolados. Viendo pues los alfaquís y ancianos que el
rey don Hernando apretaba reciamente la ciudad de Vélez, y que no podían
conformar los dos reyes, hicieron grandísima instancia [143] con el Zagal para que
la socorriese; y aunque estaba suspenso, no osando desamparar a Granada, fueron
tantas las persuasiones y exclamaciones del pueblo, que por darles contento y
tenerlos gratos, se determinó de ir a socorrer aquella ciudad. Y dejando muy
bien proveída la Alhambra ,
y reforzadas las estancias que tenía puestas contra el Albaicín, salió con
alguna cantidad de gente de a caballo y más de veinte mil peones, entendiendo
hallar el real de los cristianos desapercebido, y por lo más áspero y fragoso
de la Sierra Mayor
fue a dar de improviso sobre él. Más el rey don Hernando estaba sobre el aviso,
y con sus escuadrones puestos en muy buena orden, dejando los alojamientos bien
proveídos, salió a recebirle y le desbarató, y hizo retirar con mucho daño a la
ciudad de Almuñécar. Y no se teniendo allí el moro por seguro, pasó luego a la
ciudad de Almería, y después dio vuelta a Guadix, sin osar volver a Granada, porque
los granadinos, como supieron que iba desbaratado, deseando ya tener paz,
saludaron por rey al Zogoybi y le entregaron la Alhambra y las otras
fortalezas; el cual hizo degollar luego cuatro moros de los más principales que
le habían sido contrarios; y avisando a los Reyes Católicos del suceso, les
pidió seguro para que todos los moros de Granada y de los otros lugares del
reino que viniesen a su obediencia, pudiesen ir seguramente a sus labores y
tratar y contratar en tierra de cristianos. Y porque se les concediese esto con
más calor, confirmó lo que secretamente había ya prometídoles, que si ganaban
las ciudades de Almería, Baza y Guadix, donde se había recogido el Zagal, les
entregaría también, dentro de treinta días, la ciudad de Granada, con que le
diesen ciertas villas y lugares donde viviese. Los Reyes holgaron de
complacerle en todo cuanto pedía, y mandaron luego despachar sus cartas de
seguro para los alcaides y gobernadores de las fronteras, mandándoles que
hiciesen todo buen tratamiento los vasallos del Zogoybi, y los dejasen ir a
tratar libremente por toda la tierra. Demás desto, mandaron notificar a las
ciudades y villas que estaban por el Zagal, que dentro de seis meses se
entregasen al Zogoybi, con apercebimiento que si no lo cumplían, les harían
guerra y las conquistarían para sí.
Capítulo XIV
Cómo los Reyes Católicos, prosiguiendo en
la conquista del reino de Granada, ganaron las ciudades de Vélez Málaga y otras
Por otra parte los moros de la ciudad de Vélez,
habiendo perdido la esperanza del socorro, y viéndose muy apretados, entregaron
la ciudad al rey don Hernando, viernes a 27 días del mes de abril del año de
nuestra salud 1487, y del imperio de los alárabes 899; aunque otros dicen que
fue a 10 días de aquel mes. Está esta ciudad puesta en la halda de la sierra de
Bentomiz, media legua de la mar, y es la que los antiguos llamaron Meneba; más
no está en el mesmo sitio, porque Meneba era en otro promontorio más a
Poniente, donde se ven algunos edificios antiguos. Ganada la ciudad de Vélez,
donde el Católico Rey hizo oficio de animoso y esforzado caballero, llegando en
una escaramuza hasta la puerta de la ciudad, y alanceando un moro que le había
muerto un paje, las villas y castillos de Bentomiz, Comares, Canillas, Narija,
Cómpeta, Almojía, Mainate, Iznate, Benaque, Abní Aila, Ben Adalid,
Chimbechinles, Pedupel, Bairo, Sinatán, Benicorram, Carjix, Buas, Casamur,
Abistar, Jararax, Curbila, Rubite, Lacuz el Hadara, Alcuchaida, Daimas, el
Borge, Borgaza, Máchar, Hajar, Cotetrox, Alhadac, Almedita, Aprina, Alautin,
Periana y Maro, y otras muchas de la jarquía de Málaga y de la tierra de Vélez,
se rindieron; y a los unos y los otros concedieron los Católicos Reyes las
mesmas condiciones que a las ciudades de Ronda y Marbella, y villas y lugares
de su tierra. Y dejando sus alcaides y gente de guerra en las fortalezas, fue
luego el Rey Católico a cercar la ciudad de Málaga, que está cinco leguas a
Poniente de Vélez, y la cercó a 17 días del mes de mayo deste año. Esta ciudad
se defendió mucho, y recibió más daño que otra ninguna de aquel reino, porque
había dentro mucha gente de guerra; mas al fin se rindió, y el rey don Hernando
y la reina doña Isabel, que se hallaron en el cerco, entraron en ella día de
San Luis, a 19 días del mes de agosto de aquel año, habiendo setecientos y
setenta años que la poseían los moros, y fueron tomados todos los moros que
allí había por captivos. Luego se rindieron todas las villas y castillos de la Jarquía y de la Hoya que hasta entonces no se
habían rendido; y dejando en ellas sus alcaides y gente de guerra, poblaron la
ciudad de cristianos, y se fueron victoriosos a invernar a Zaragoza de Aragón.
Capítulo XV
Cómo los Reyes Católicos prosiguieron en
su conquista, y lo que hicieron a la parte oriental de aquel reino el año de
1488
Habiendo pues los Católicos Reyes dado fin a la
guerra por la parte occidental deste reino, el año del Señor 1488 tornaron a
juntar su ejército en Murcia; y entrando el rey don Hernando por la parte
oriental, donde están las ciudades de Vera, Mojácar, Güéscar, Almería, Baza y
Guadix, que todas estaban por el Zagal, hizo cruelísima guerra en todas
aquellas comarcas. Y como el moro no fuese poderoso para salir en campaña, las
ciudades de Vera y Mojácar se rindieron luego; y lo mesmo hicieron las villas y
castillos de Las Cuevas, Huércal, Sagena, Albarca, Bedar, Serena, Cabrera,
Lubrel, Ulula, Overa, Sorbas, Teresea, Lozaina, Torrillas, Huyunque, Suebro,
Belefic, Níjar, Vercal, Vélez el Blanco, Vélez el Rubio, Cantoria, Oria,
Jércos, Albox, Albóreas, Beni Andadala, Beni Taraf Atahelid, Atardia, Alhabia,
Beni Alguacil, Beni Libre, Beni Zanón, Beni Mina, Almarchez, Cotobao, Beni
Calgad, Leujar y Fines, y otras muchas. Y los moros quedaron por mudéjares y
vasallos de sus altezas con las mesmas condiciones que los demás. Hecho esto,
pasó el Rey a reconocer la ciudad de Almería, y dio vuelta a Baza, y en el
camino se le dieron a partido las villas de Gueca, Orce, Galera, Castilleja y
Bena Maurel, en las cuales puso luego sus alcaides. Estaba el Zagal en Baza; y
como la gente del Rey llegó a reconocer la ciudad, los moros salieron fuera, y
trabaron una grande escaramuza con los cristianos, en la cual murió don Felipe
de Aragón, maestre de Montesa, sobrino del rey don Hernando, hijo bastardo del
príncipe don Carlos, su hermano; más todavía se hizo el reconocimiento. Y el
Rey pasó hacia Güéscar, y los moros le entregaron luego la ciudad; y dejando
proveídas las fortalezas, se fue a invernar a Medina del Campo, para dar orden
en muchas cosas que [144] convenían a la buena gobernación de sus reinos. Y en fin de este
año, a 10 de octubre, cobraron a Plasencia por mano de los Carvajales y de
otros caballeros.
Capítulo XVI
Cómo los Reyes Católicos ganaron las
ciudades de Baza y Guadix, y hicieron otros muchos efetos en el año del Señor
1489
Rendidas las villas y castillos arriba dichos, y
reconocidas las ciudades en la manera que hemos dicho, en la primavera del año
de 1489 sus altezas, viendo lo mucho que les importaba proseguir la guerra
contra los moros, vinieron a la ciudad de Jaén, y mandando juntar toda su gente
en las ciudades de Baeza y Úbeda y en el adelantamiento de Cazorla, porque
había de ser la entrada por aquella parte, cuando estuvo todo a punto, partió
el Católico Rey sobre la ciudad de Baza, y de camino combatió la fortaleza de
Cúllar y la ganó, dándosela los moros a partido después de muchos combates. Y
por no dejar a las espaldas cosa que pudiese hacer impedimento a los
Carvajales, que habían de llevar bastimentos al real, ocupó las fortalezas de Froila,
Bazos, Canilles y Benzulema, y luego cercó la ciudad de Baza. Estaba dentro
Cidi Yahaya, alcaide de Almería y primo del Zagal, hombre de mucha estima y
valor, el cual defendió la ciudad seis meses y veinte días valerosamente y con
grandísima resistencia, y murió en escaramuzas y combates mucha gente de
entrambas partes; y al fin los cercados, viendo la perseverancia de nuestro
ejército, y que no hacía mudanza, antes crecía cada hora más, y los apretaban
con nuestros reparos de torres y cavas, para que no pudiesen entrar ni salir
sin peligro manifiesto, y que no tenían de donde esperar socorro, porque el rey
Zagal estaba encerrado en Guadix, y no se lo podía dar, pidieron al alcaide
Yahaya que tratase de partido, y con muy honestas condiciones entregó la ciudad
a sus altezas, y todas las torres y fortalezas, y la ocuparon nuestros
cristianos a 4 días del mes de diciembre de aquel año. Ganada Baza, todas las
villas y castillos del valle de Purchena y río de Almanzora, que hasta entonces
no se habían rendido, se rindieron, y entregaron las fortalezas a sus altezas,
ofreciéndose por sus mudéjares y vasallos. Lo mesmo hicieron los de la ciudad y
río de Almería y de las serranías de Gádor y Filables. Quedaba la ciudad de
Guadix por rendir, y el alcaide Yahaya, que procuraba que todos hiciesen lo que
él había hecho, trató con el Zagal que la rindiese; el cual viendo cuán poco le
aprovechaban sus armas, hizo sus capitulaciones con los Reyes Católicos, y les
rindió la ciudad y las nueve villas del Cenete y las que están en la serranía
entre Guadix y Granada. Y después hizo que se rindiesen las taas de los dos
Ceheles, Andarax, Dalías, Berja, Ugíjar, Juviles, Ferreira y Poqueira, que
todas son en la Alpujarra ,
y la taa de Órgiba y el valle de Lecrín, solicitando a los pueblos para ello,
porque holgaba más verlos en poder de cristianos que de su sobrino. Y sus
altezas le dieron para él la taa de Órgiba y el valle de Lecrín, y la mitad de
las salinas de la Malaba ,
y otros muchos heredamientos para su sustento, y anduvieron él y el alcaide
Yahaya en su servicio en ta guerra hasta el fin della. Y después les pidió
licencia para pasar a Berbería, diciendo que no quería vivir en tierra donde
había sido rey, pues ya no podía serlo ni tenía esperanza dello; y el rey de
Fez lo mandó aprisionar; y siendo convencido en juicio por la disensión que
había causado en el reino de los moros, le hizo abacilar
(4) y cegar con una vacía de azófar ardiendo puesta delante de los
ojos. Y después se fue a la ciudad de Vélez de la Gomera , donde vivió ciego y
miserable mucho tiempo, dándole de comer y de vestir el rey de Vélez, y encima
del vestido traía siempre un rétulo en arábigo que decía: «Éste es el
desventurado rey de los andaluces.» Cuando el Zagal se fue a Berbería, sus
altezas hicieron merced a los infantes Alí y Acre, hijos del rey Abulhacén y de
la Zoraya , que
después fueron cristianos y se llamaron don Juan y don Hernando, de las taas de
Órgiba y del Jubilein; y las poseyeron hasta que, alzándosela Alpujarra en el
año de 1493, los quitaron sus altezas de allí, y les dieron en recompensa un
cuento y cuatrocientas mil de juro, y la tenencia del castillo de Monleón y el
gobierno del reino de Galicia. Convirtiose también Cidi Yahaya y un hijo suyo a
nuestra santa fe, y se llamó don Pedro, y el hijo don Alonso, que fueron muy
esforzados caballeros, y hicieron cosas muy señaladas en la conquista de
Granada; y sus altezas les hicieron merced de la otra mitad de las salinas de la Malaha , y en su recompensa
después les dieron la taa de Marchena y otros muchos heredamientos. Este era
hijo de Aben Celin Aben Abrahem Abuzacari, infante de Almería y nieto de Brahem
Aben Almao Abuzacari, a quien, en diferencia del rey Izquierdo, llamaron el
Nayar, que reinó en Granada en tiempo del rey don Juan el Segundo y con su
favor. El cual traía también su descendencia del rey Aben Hut, descendiente de
los reyes de Aragón, que echó a los Almohadas de España, como dijimos en el
segundo de nuestra África. Los descendientes de los infantes don Juan y don
Hernando tienen por apellido de Granada, y traen por armas dos granadas en
campo azul, y un letrero atravesado que dice: Lagaleblila, que quiere decir: «No hay vencedor sino Dios;»
y los que vienen de don Pedro y don Alonso tomaron apellido de Venegas y
también de Granada. Traen cinco granadas en campo azul. Primero traían una
sola, y por un desafío que vencieron padre y hijo en la vega de Granada, en que
mataron cinco moros, pusieron cinco granadas y el mesmo letrero. Honráronlos
sus altezas mucho y fueron sus padrinos, y casaron a don Alonso con doña Juana
de Mendoza, dama de la
Reina Católica , hija de don Francisco Hurtado de Mendoza, su
mayordomo. Tuvieron por su hijo a don Pedro de Granada Venegas, caballero del
hábito de Santiago y alguacil mayor de Granada, padre de don Alonso de Granada
Venegas, señor de Campotéjar y Jayena, de quien diremos adelante. Volviendo
pues a nuestra historia, no les quedando ya a los Reyes Católicos que
conquistar en aquel reino más que la ciudad de Granada y algunos lugares que
debajo de paces se habían mantenido por el rey Zogoybi, enviaron a decirle que
cumpliese lo que les había prometido, y dentro de treinta días les entregase
aquella ciudad con todas sus fortalezas, y lo darían cierta cantidad de dinero
y los lugares de las taas de la
Alpujarra , donde se fuese a vivir; el cual, [145] turbado de oír
semejante embajada, les respondió que la ciudad de Granada era grande y muy
populosa de gente, porque demás de los vecinos naturales, se habían recogido en
ella muchos de otras partes, entre los cuales había diferentes pareceres, y
ansí no podía ni era parte para cumplir lo que se le pedía, y mucho menos
siendo el tiempo tan breve para tratar de negocio en que habían de condescender
las voluntades de tanta diversidad de pueblo. Sabida esta respuesta, sus
altezas le ofrecieron más dineros y más lugares, aunque no todos los que él
pedía, porque hiciese que los granadinos dejasen luego las armas y desocupasen
algunas casas señaladas en sitios fuertes dentro de la ciudad, donde se
metiesen los cristianos. Más tampoco lo quiso hacer; antes se declaró luego por
enemigo, solicitando los de la
Alpujarra , sierras y valle a que se alzasen. Y saliendo de
Granada, cercó la fortaleza Padul, y la combatió y ganó antes que el rey don
Hernando la pudiese socorrer, porque se hallaba a la sazón a la parte de
Guadix. Y porque iba el año ya muy adelante, mandó proveer las fronteras de
Alendín, Colomera, Moclín, Illora, Montefrío, Alcalá la Real , Loja y Alhama, que
todas cercan la vega de Granada; y se fue a invernar a la ciudad de Sevilla,
para dar orden en lo que se había de proveer para la entrada de la primavera.
Capítulo
XVII
Cómo los Reyes Católicos volvieron a la
conquista, y lo que hicieron el año de 1490
El año siguiente, que se contaron 1490 de
Cristo, tornó el Rey a entrar en la vega de Granada, llevando consigo al Zagal
y al alcaide de Baza y otros moros principales. Y andando la gente talando los
sembrados y las huertas junto a la ciudad, salieron los granadinos muchas veces
a defendérselo con escaramuzas; y en una dellas mataron a don Alonso Pacheco,
hermano del marqués de Villena, y a él le hirieron de una lanzada en un brazo,
y mataron muchos caballeros que iban con él; más no por eso dejó de hacerse la
tala, y el Rey proveyó sus fronteras y se volvió a Córdoba. Aun no era bien
retirada la gente del Rey cuando el Zogoybi salió de Granada y cercó la
fortaleza de Alhendín, que está dos leguas pequeñas de la ciudad; y aunque era
fuerte y había dentro buena gente de guerra, la combatió con los ingenios y
máquinas que usaban en aquel tiempo, tan reciamente, que el alcaide, viendo los
muros cavados por los cimientos, y apuntalados con mucha madera y leña debajo
para darles fuego, la hubo de rendir; y el moro la mandó derribar por el suelo
y llevó a Granada captivos los cristianos que allí había. A la fama desta
victoria los moros de la
Alpujarra , sierra y valle se levantaron contra los que tenían
las fortalezas por el Rey; y el Zogoybi con mucho número de gente fue a las
taas de Narchena y Boloduí, que son entre Guadix y Almería, y hallando aquellas
villas desapercebidas, las combatió y tomó por fuerza de armas. Decíanos un
moro viejo de más de ciento y diez años, que estaba en el Albaicín de Granada
cuando escribíamos nuestra historia de África, que de esta vez se rebelaron
todas las taas y lugares de la
Alpujarra , sierra y valle de Lecrín, y se perdieron las
fortalezas que tenían ya los cristianos, sino fueron dos o tres; una de las
cuales fue Mondújar, que la defendió valerosamente una noble dueña llamada doña
María de Acuña, mujer del Alcaide, estando su marido fuera. También procuró el
moro haber el castillo de Salobreña, que estaba por el Rey, por la comodidad de
aquel portichuelo, donde pudiesen acudir los navíos de Berbería; y trató con
los moros de paces que moraban en la villa que le diesen entrada una noche,
para que con más facilidad le pudiese hacer escalar; los cuales lo hicieron
ansí; más el Alcaide se defendió valerosamente, aunque le pusieron en tanto
aprieto, que si el rey don Hernando no le socorriera, se hubiera de perder.
Solicitó ansimesmo el Zogoybi a los moriscos de paces que moraban en las
ciudades de Guadix, Baza y Almería, para que se alzasen; y finalmente tuvo
trato con la mayor parte de los que ya eran mudéjares, y ellos con él. A esta
guerra acudió luego el Rey Católico; y entrando con su ejército en la vega de
Granada, fue causa que el moro acudiese a poner cobro en aquella ciudad, y se
interrompiesen sus designios. Y dejando talados los panizos della, que tenían
sembrados los granadinos, siendo ya por el mes de setiembre, se volvió a
Córdoba; más no se detuvo mucho en aquella ciudad, porque como se entendió el
trato que los moros de Baza, Guadix y Almería traían con el Zogoybi, y como le
pedían socorro para alzarse, queriendo poner remedio en ello con la brevedad
que el caso requería, caminó luego a grandes jornadas hacia aquella parte, y
metiéndose en la ciudad de Guadix, lo aseguró todo con su presencia, y mandó
que todos los moros que vivían dentro de las ciudades y villas cercadas se
saliesen a vivir a las alcarías y lugares abiertos, y a los que quisieron irse
a Berbería les dio licencia para ello y para vender sus haciendas. Con esta
diligencia remedió este prudentísimo y católico rey el rebelión y guerra que se
esperaba, y se volvió a Sevilla para dar orden en el cerco que pensaba poner en
el siguiente año a la ciudad de Granada.
Capítulo XVIII
Cómo los Reyes Católicos tornaron a la
conquista el año de 1491, y cercaron la ciudad de Granada
Venida la primavera del año de nuestro Salvador
1491, los Católicos Reyes, habiendo estado el principio del año en Sevilla,
partieron de allí pasada Pascua Florida para ir a cercar a Granada. El rey don
Hernando entró en la Vega ,
y mandó al marqués de Villena que con tres mil caballos y diez mil peones fuese
al valle de Lecrín, y destruyese todos los lugares que se habían alzado. Y
porque si acaso los moros viniesen sobre él con mayor pujanza, no recibiese
daño en la aspereza de aquellos cerros (como aquel que en nada se descuidaba),
partió luego en su seguimiento con el resto del ejército. El marqués de Villena
entró en el Valle, y destruyendo los lugares bajos que estaban mal apercebidos,
volvió al Padul con muchos captivos y despojos; mas encontrándole allí el Rey,
le mandó volver; y pasando más adelante, destruyó toda aquella tierra, porque
esto era lo que convenía que se hiciese antes de poner cerco a Granada. Y
aunque el Zogoybi, sabido el camino que el rey don Hernando llevaba, envió
algunos alcaides con gente de a pie para que ocupasen los pasos de Tablate y
Lanjarón, por donde necesariamente habían de pasar los cristianos, no fueron
parte para defendérselo, [146] porque los capitanes del Rey acometieron el barranco de Tablate por
la puente, y por otro paso dificultosísimo que estaba a la parte de arriba una
legua de allí; y echando a los moros de las cumbres de aquellos cerros, que
tenían ocupadas, pasó el Rey hasta Lanjarón, y allí estuvo mientras la gente
destruía los lugares del valle y de la taa de Órgiba y otros de aquellas
sierras. Hecho esto, y talados todos los sembrados de la comarca, volvió el Rey
con todo su ejército al Padul, y por aquella parte entró en la vega de Granada,
y asintió su real junto a unas fuentes que llaman los Ojos de Huércal, y están
dos leguas de aquella famosísima ciudad, con determinación, siendo Dios
servido, de no le alzar hasta ganarla. Duró este cerco ocho meses y diez días
con gran contienda de entrambas partes, desde 26 días del mes de abril hasta 2
de enero del año del Señor 1492. En el cual tiempo hubo hechos muy notables de
caballeros y peones, así cristianos como moros, que procuraban señalarse en
presencia de sus reyes, unos por fama, y otros por premio, y muchos por
religión. A este cerco vino la Católica Reina doña Isabel, que en todas las
cosas graves y de mayor importancia se quería hallar, para animar con su real
presencia a sus vasallos; y trajo consigo al príncipe don Juan y a la infanta
doña Juana, sus hijos. Y porque una noche se pegó fuego a la tienda de la Reina con una vela que
descuidadamente dejó encendida una moza de cámara, y se quemaron otras tiendas
que estaban par della, los Reyes mandaron hacer en el real casas de tapias
cubiertas de teja, donde se metiese la gente, puestas por su orden con sus
calles ordenadas en medio, y después tomando las ciudades y los maestrazgos a
su cargo de fortalecer cada cual su cuartel, hicieron una ciudad cercada de
muros y de torres con una honda cava, dejando dos calles principales en medio
derechas, puestas en cruz, que van a dar a cuatro puertas, que responden a los
cuatro vientos, quedando en medio una plaza de armas espaciosa y ancha, donde
poderse juntar la gente del ejército. Cada edificador dejó una piedra con su
epitafio en la parte del muro que le cupo edificar, puesta en el lugar más
preeminente de su cuartel, las cuales verá todavía el curioso que anduviere al
derredor dellos por la parte de fuera. A esta ciudad llamaron los Católicos
Reyes Santa Fe, nombre digno de su conquista; y con ella quedó el real seguro
de fuegos, y fuerte contra cualquier ímpetu de los enemigos, los cuales
desmayaron luego que la vieron edificada, entendiendo que el cerco era de
propósito, y con presupuesto de no levantar de allí el real hasta ganarles a Granada.
Capítulo XIX
Cómo los moros acordaron de rendir a
Granada, y las capitulaciones que sobre ello se hicieron
Cuando el Zogoybi vio que no tenía la ciudad de
Granada defensa ni esperanza de socorro, condescendiendo con la voluntad de la
mayor parte del pueblo, que no podían ya sufrir tanto trabajo, envió a pedir
treguas a los Reyes Católicos, durante las cuales se pudiese entender en las
condiciones y capítulos de paz con que se había de rendir. Dio ante todas cosas
en rehenes a un hijo suyo, y otros de alcaides y hombres principales de la
ciudad y del Albaicín, que fueron llevados a la fortaleza de Moclín. Y siéndole
concedida tregua por sesenta días, los caballeros y ciudadanos moros se
juntaron diversas veces a tratar de su negocio, yendo y viniendo muchos dellos
a conferir lo que acordaban pedir con las personas del consejo de sus altezas
que fueron diputadas para ello. Y aunque lo que trataban era con demasiada
importunidad, los vencedores, que, ninguna cosa querían más que acabar de
vencer, se lo concedieron todo. Hechos los capítulos y asentadas las
condiciones, los granadinos enviaron con la resolución de todo a un ciudadano
noble, llamado Abí Cacem el Maleh, con poderes bastantes para que otorgase lo
que sus altezas pedían. Y porque el lector quede satisfecho, ponemos aquí los
capítulos a la letra como se concedieron, ansí al Rey y a las Reinas, como a la
ciudad y lugares de aquel reino:
«Que sus altezas hacen merced por juro de
heredad, para siempre jamás, al rey Abdilehi, de las villas y lugares de las
taas de Berja, Dalías, Marchena, Boloduí, Júchar, Andarax, Juviles, Ugíjar,
Jubilein, Ferreira, Poqueira y Órgiba, que son en la Alpujarra , con todos los
heredamientos, pechos, derechos y otras rentas que en cualquier manera
pertenezcan a sus altezas en las dichas taas, para que sea suyo y lo pueda
vender o empeñar y hacer dello lo que quisiere, con tanto que cuando lo
quisiere vender o empeñar sean primero requeridos sus altezas si lo quieren; y
tomándolo, le mandarán pagar por ello lo que se concertare.
»Que sus altezas puedan labrar y tener fortaleza
en Adra o en otras partes donde quisieren en la Alpujarra , y hacer y
tener torres en la costa de la mar. Y si labraren nueva fortaleza en Adra junto
a la mar, en tal caso quede la fortaleza vieja por el dicho rey Abdilehi,
después de reparada y puesta en defensa la de sus altezas, el cual no ha de
pagar cosa alguna para la guardia ir para los reparos de las dichas fortalezas
y torres, sitio que le ha de quedar su renta toda libre.
»Que luego como entregare la Alhambra y las otras
fortalezas, le mandarán dar sus altezas treinta mil castellanos de oro, que
valen catorce cuentos y quinientos cincuenta mil maravedís en dinero de
contado.
»Que sus altezas le hacen merced de todos los
heredamientos, molinos de aceite, tierras y hazas que tuvo y poseyó desde el
tiempo del rey Abil Hacen su padre, y tiene y posee agora, ansí en los términos
de la ciudad de Granada como en las Alpujarras.
»Que sus altezas hacen merced a la reina Ayxa,
su madre, y a sus hermanas y mujer, y a la mujer de Muley Abí Nacer, de todas
las huertas, tierras, hazas, molinos, villas y otros heredamientos que tenían
en la dicha ciudad de Granada y en las Alpujarras; lo cual todo sea franco y
libre de cualquier derecho, como lo eran hasta aquí. Y ansimesmo hacen merced
al dicho rey Abdilehi, y a las dichas reinas e infantes, y al Haxi Romaimi, de
todos los heredamientos que tenían en Motril, con la mesma libertad.
»Que después de firmado este concierto,
cualesquier villas o lugares de la dicha Alpujarra que se dieren y entregaren a
sus altezas antes de la entrega de la Alhambra , las mandarán volver y restituir
libremente al dicho rey Abdilehi, y que serán por él bien tratados.
»Que no mandarán sus altezas al dicho rey
Abdilehi [147] ni a sus criados
volver, para siempre jamás, lo que hubieren tomado a cristianos en su tiempo ni
a moros, ansí bienes muebles como raíces. Y si sus altezas hubieren de mandar
volver algunas de las tales cosas o heredades que se hayan tomado, por algún
asiento o capitulación que tengan con alguna persona, lo pagarán, y mandarán
que sobre esto no tenga poder ningún cristiano ni moro, ora sea mucho o poco; y
a quien fuere contra ello le mandarán castigar, y que en contrario dello no
será juzgado por ninguna ley de cristianos ni de moros.
»Que cada y cuando que el dicho rey Abdilehi, o
su madre, hermanas y mujer, y la mujer del dicho Abí Nacer, y sus alcaides,
criados, escuderos y gente de su casa y servicio, quisieren pasarse a Berbería,
sus altezas les mandarán dar dos carracas de ginoveses fletadas, en que pasen,
si las hubiere al tiempo que se quisieren ir, y si no, cuando las hubiere, sin
que paguen flete ni otro derecho; en las cuales puedan llevar sus personas,
ropas, mercaderías, oro, plata, joyas, bestias y armas con que no lleven tiros
de pólvora, porque éstos han de quedar para sus altezas; y que por embarcar o
desembarcar, ni por otra cosa alguna, no les han de llevar derechos de ninguna
suerte, ni flete, y los harán llevar seguros, honrados y guardados a cualquier
puerto de levante o de poniente, de Alejandría o de la ciudad de Túnez o de
Orán, o del reino de Fez, donde ellos más quisieren ir a desembarcar.
»Que si al tiempo que se embarcaren no pudieren
vender las rentas que tuvieren en el dicho reino de Granada, puedan dejar y
dejen sus procuradores que las cojan, lleven o envíen donde estuvieren, sin que
en ello se les ponga embargo alguno.
»Que si el dicho rey Abdilehi quiere enviar
algún alcaide o criado con mercadería a Berbería, lo pueda hacer libremente,
sin que a la ida, estada o vuelta lo sea pedida cosa alguna por razón de
derechos.
»Que pueda enviar a cualquier parte de los
reinos de sus altezas seis acémilas por cosas de su mantenimiento y provisión
franca y libremente, sin que por ello le sean llevados derechos en ninguna
parte.
»Que saliendo de Granada, pueda irse a vivir
donde quisiere en cualquiera de los lugares que se le dan y salir de la ciudad
con sus criados, alcaides, sabios, caballeros, y común que quisiere llevar o
irse con él, los cuales lleven sus caballos y bestias de guía, y sus mujeres y
hijos, criados y criadas, chicos y grandes, y sus armas en las manos o como
quisieren llevarlas, que no les será tomado, excepto los tiros de pólvora; y
que agora ni en ningún tiempo para siempre jamás se les pornán señales en sus
personas ni en otra ni manera, a ellos ni a sus descendientes; y que gocen de
todas las capitulaciones que están hechas o se hicieren con los vecinos de la
dicha ciudad de Granada.
»Que sus altezas mandarán dar al dicho rey
Abdilehi y a su madre, mujer y hermanas, y a la mujer de Abí Nacer, el día que
se les entregare la fortaleza, de la Alhambra y las otras fortalezas, sus cartas de
privilegios, fuertes y firmes de todo lo susodicho, rodados y sellados con su
sello de plomo pendiente en filos de seda, confirmados por el príncipe don Juan
y por el cardenal de España y por los maestres de las órdenes, arzobispos,
obispos y otros prelados, y por los grandes, duques, marqueses, condes,
adelantados y notarios mayores destos reinos.»
Esta capitulación fue hecha y concluida en el
Real de Santa Fe a 25 días del mes de noviembre del año de nuestra salud 1491,
y tres días después se concluyeron los capítulos que sus altezas concedieron
generalmente a la ciudad de Granada y lugares de aquel reino que se viniesen a
rendir, cuyo tenor es éste:
«Primeramente, que el rey moro y los alcaides y
alfaquís, cadís, meftís, alguaciles y sabios, y los caudillos y hombres buenos,
y todo el común de la ciudad de Granada y de su Albaicín y arrabales, darán y entregarán
a sus altezas o a la persona que mandaren, con amor, paz y buena voluntad,
verdadera en trato y en obra, dentro de cuarenta días primeros siguientes, la
fortaleza de la Alhambra
y Alhizán, con todas sus torres y puertas, y todas las otras fortalezas, torres
y puertas de la ciudad de Granada y del Albaicín y arrabales que salen al
campo, para que las ocupen en su nombre con su gente y a su voluntad, con que
se mande a las justicias que no consientan que los cristianos suban al muro que
está entre el Alcazaba y el Albaicín, de donde se descubren las casas de los
moros; y que si alguno subiere, sea luego castigado con rigor.
»Que cumplido el término de los cuarenta días,
todos los moros se entregarán a sus altezas libre y espontáneamente, y
cumplirán lo que son obligados a cumplir los buenos y leales vasallos con sus
reyes y señores naturales; y para seguridad de su entrega, un día antes que
entreguen las fortalezas darán en rehenes al alguacil Jucef Aben Comixa, con
quinientas personas, hijos y hermanos de los principales de la ciudad y del
Albaicín y arrabales, para que estén en poder de sus altezas diez días,
mientras se entregan y aseguran las fortalezas, poniendo en ellas gente y
bastimentos; en el cual tiempo se les dará todo lo que hubieren menester para
su sustento; y entregadas, los pornán en libertad.
»Que siendo entregadas las fortalezas, sus
altezas y el príncipe don Juan, su hijo, por sí y por los reyes sus sucesores,
recibirán por sus vasallos y súbditos naturales, debajo de su palabra, seguro y
amparo real, al rey Abí Abdilehi, y a los alcaides, cadís, alfaquís, meftís,
sabios, alguaciles, caudillos y escuderos, y a todo el común, chicos y grandes,
así hombres como mujeres, vecinos de Granada y de su Albaicín y arrabales, y de
las fortalezas, villas y lugares de su tierra y de la Alpujarra , y de los
otros lugares que entraren debajo deste concierto y capitulación, de cualquier
manera que sea, y los dejarán en sus casas, haciendas y heredades, entonces y
en todo tiempo y para siempre jamás, y no les consentirán hacer mal ni daño sin
intervenir en ello justicia y haber causa, ni les quitarán sus bienes ni sus
haciendas ni parte dello; antes serán acatados, honrados y respetados de sus
súbditos y vasallos, como lo son todos los que viven debajo de su gobierno y
mando.
»Que el día que sus altezas enviaren a tomar
posesión de la Alhambra ,
mandarán entrar su gente por la puerta de Bib Lacha o por la de Bibnest, o por
el campo fuera de la ciudad, porque entrando por las calles no haya algún
escándalo.
»Que el día que el rey Abí Abdilehi entregare
las fortalezas y torres, sus altezas le mandarán entregar [148] su hijo con todos los
rehenes, y sus mujeres y criados, excepto los que se hubieren vuelto
cristianos.
»Que sus altezas y sus sucesores para siempre
jamás dejarán vivir al rey Abí Abdilehi y a sus alcaides, cadís, meftís,
alguaciles, caudillos y hombres buenos y a todo el común, chicos y grandes, en
su ley, y no les consentirán quitar sus mezquitas ni sus torres ni los
almuédanes, ni les tocarán en los hadices y rentas que tienen para ellas, ni
les perturbarán los usos y costumbres en que están.
»Que los moros sean juzgados en sus leyes y
causas por el derecho del xara que tienen costumbre de guardar, con parecer de
sus cadís y jueces.
»Que no les tomarán ni consentirán tomar agora
ni en ningún tiempo para siempre jamás, las armas ni los caballos, excepto los
tiros de pólvora chicos y grandes, los cuales han de entregar brevemente a
quien sus altezas mandaron.
»Que todos los moros, chicos y grandes, hombres
y mujeres, así de Granada y su tierra como de la Alpujarra y de todos los
lugares, que quisieron irse a vivir a Berbería o a otras partes donde los
pareciere, puedan vender sus haciendas, muebles y raíces, de cualquier manera
que sean, a quien y como les pareciere, y que sus altezas ni sus sucesores en
ningún tiempo las quitarán ni consentirán quitar a los que las hubieron
comprado; y que si sus altezas las quisieron comprar, las puedan tomar por el
tanto que estuvieron igualadas, aunque no se hallen en la ciudad, dejando
personas con su poder que lo puedan hacer.
»Que a los moros que se quisieron ir a Berbería
o a otras partes les darán sus altezas pasaje libre y seguro con sus familias,
bienes muebles, mercaderías, joyas, oro, plata y todo género de armas, salvo
los instrumentos y tiros de pólvora; y para los que quisieron pasar luego, les
darán diez navíos gruesos que por tiempo de setenta días asistan en los puertos
donde los pidieren, y los lleven libres y seguros a los puertos de Berbería, donde
acostumbran llegar los navíos de mercaderes cristianos a contratar. Y demás
desto, todos los que en término de tres años se quisieren ir, lo puedan hacer,
y sus altezas les mandarán dar navíos donde los pidieron, en que pasen seguros,
con que avisen cincuenta días antes, y no les llevarán fletes ni otra cosa
alguna por ello.
»Que pasados los dichos tres años, todas las
veces que se quisieron pasar a Berbería lo puedan hacer, y se les dará licencia
para ello pagando a sus altezas un ducado por cabeza y el flete de los navíos
en que pasaren.
»Que si los moros que quisieren irse a Berbería
no pudieron vender sus bienes raíces que tuvieren en la ciudad de Granada y su
Albaicín y arrabales, y en la
Alpujarra y en otras partes, los puedan dejar encomendados a
terceras personas con poder para cobrar los réditos, y que todo lo que rentaren
lo puedan enviar a sus dueños a Berbería donde estuvieren, sin que se les ponga
impedimento alguno.
»Que no mandarán sus altezas ni el príncipe don
Juan, su hijo, ni los que, después dellos sucedieren, para siempre jamás, que
los moros que fueren sus vasallos traigan señales en los vestidos como los
traen los judíos.
»Que el rey Abdilehi ni los otros moros de la
ciudad de Granada ni de su Albaicín y arrabales no pagarán los pechos que pagan
por razón de las casas y posesiones por tiempo de tres años primeros
siguientes, y que solamente pagarán los diezmos de agosto y otoño, y el diezmo
de ganado que tuvieren al tiempo del dezmar, en el mes de abril y en el de
mayo, conviene a saber, de lo criado, como lo tienen de costumbre pagar los
cristianos.
»Que al tiempo de la entrega de la ciudad y
lugares, sean los moros obligados a dar y entregar a sus altezas todos los
captivos cristianos varones y hembras, para que los pongan en libertad, sin que
por ellos pidan ni lleven cosa alguna; y que si algún moro hubiere vendido
alguno en Berbería y se lo pidieron diciendo tenerlo en su poder, en tal caso,
jurando en su ley y dando testigos como lo vendió antes destas capitulaciones,
no le será más pedido ni él esté obligado a darlo.
»Que sus altezas mandarán que en ningún tiempo
se tomen al rey Abí Abdilehi ni a los alcaides, cadís, meftís, caudillos,
alguaciles ni escuderos las bestias de carga ni los criados para ningún
servicio, si no fuere con su voluntad, pagándoles sus jornales justamente.
»Que no consentirán que los cristianos entren en
las mezquitas de los moros donde hacen su zalá sin licencia de los alfaquís, y
el que de otra manera entrare será castigado por ello.
»Que no permitirán sus altezas que los judíos
tengan facultad ni mando sobre los moros ni sean recaudadores de ninguna renta.
»Que el rey Abdilehi y sus alcaides, cadís,
alfaquís, meftís, alguaciles, sabios, caudillos y escuderos, y todo el común de
la ciudad de Granada y del Albaicín y arrabales, y de la Alpujarra y otros
lugares, serán respetados y bien tratados por sus altezas y ministros, y que su
razón será oída y se les guardarán sus costumbres y ritos, y que a todos los
alcaides y alfaquís les dejarán cobrar sus rentas y gozar de sus preeminencias
libertades, como lo tienen de costumbre y es justo que se les guarde.
»Que sus altezas mandarán que no se les echen
huéspedes ni se les tome ropa ni aves ni bestias ni bastimentos de ninguna
suerte a los moros sin su voluntad.
»Que los pleitos que ocurrieron entre los moros
serán juzgados por su ley y xara, que dicen de la Zuna , y por sus cadís y
jueces, como lo tienen de costumbre, y que si el pleito fuere entre cristiano y
moro, el juicio dél sea por alcalde cristiano y cadí moro, porque las partes no
se puedan quejar de la sentencia.
»Que ningún juez pueda juzgar ni apremiar a
ningún moro por delito que otro hubiere cometido, ni el padre sea preso por el
hijo, ni el hijo por el padre, ni hermano contra hermano, ni pariente por pariente,
sino que el que hiciere el mal aquel lo pague.
»Que sus altezas harán perdón general a todos
los moros que se hubieren hallado en la prisión de Hamete Abí Alí, su vasallo,
y así a ellos como a los lugares de Cabtil, por los cristianos que han muerto
ni por los deservicios que han hecho a sus altezas, no les será hecho mal ni
daño, ni se les pedirá cosa de cuanto han tomado ni robado.
»Que si en algún tiempo los moros que están
captivos en poder de cristianos huyeren a la ciudad de Granada o a otros lugares
de los contenidos en estas capitulaciones, sean libres, y sus dueños no los
puedan pedir [149] ni los jueces mandarlos
dar, salvo si fueren canarios o negros de Gelofe o de las islas.
»Que los moros no darán ni pagarán a sus altezas
más tributo que aquello que acostumbran a dar a los reyes moros.
»Que a todos los moros de Granada y su tierra y
de la Alpujarra ,
que estuvieren en Berbería, se les dará término de tres años primeros
siguientes para que si quisieren puedan venir y entrar en este concierto y
gozar dél. Y que si hubieren pasado algunos cristianos captivos a Berbería,
teniéndolos vendidos y fuera de su poder, no sean obligados a traerlos ni a
volver nada del precio en que los hubieren vendido.
»Que si el Rey u otro cualquier moro después de pasado
a Berbería quisiere volverse a España, no le contentando la tierra ni el trato
de aquellas partes, sus altezas les darán licencia por término de tres años
para poderlo hacer, y gozar destas capitulaciones como todos los demás.
»Que si los moros que entraren debajo destas
capitulaciones y conciertos quisieren ir con sus mercaderías a tratar y
contratar en Berbería, se les dará licencia para poderlo hacer libremente, y lo
mesmo en todos los lugares de Castilla y de la Andalucía , sin pagar
portazgos ni los otros derechos que los cristianos acostumbran pagar.
»Que no se permitirá que ninguna persona
maltrate de obra ni de palabra a los cristianos o cristianas que antes destas
capitulaciones se hobieren vuelto moros; y que si algún moro tuviere alguna
renegada por mujer, no será apremiada a ser cristiana contra su voluntad, sino
que será interrogada en presencia de cristianos y de moros, y se seguirá su
voluntad; y lo mesmo se entenderá con los niños y niñas nacidos de cristiana y
moro.
»Que ningún moro ni mora serán apremiados a ser
cristianos contra su voluntad; y que si alguna doncella o casada o viuda, por
razón de algunos amores, se quisiere tornar cristiana, tampoco será recebida
hasta ser interrogada; y si hubiere sacado alguna ropa o joyas de casa de sus
padres o de otra parte, se restituirá a su dueño, y serán castigados los
culpados por justicia.
»Que sus altezas ni sus sucesores en ningún
tiempo pedirán al rey Abí Abdilehi ni a los de Granada y su tierra, ni a los
demás que entraren en estas capitulaciones, que restituyan caballos, bagajes,
ganados, oro, plata, joyas, ni otra cosa de lo que hubieren ganado en cualquier
manera durante la guerra y rebelión, así de cristianos como de moros mudéjares
o no mudéjares; y que si algunos conocieren las cosas que les han sido tomadas,
no las puedan pedir; antes sean castigados si las pidieren.
»Que si algún moro hobiere herido o muerto
cristiano o cristiana siendo sus captivos, no les será pedido ni demandado en
ningún tiempo.
»Que pasados los tres años de las franquezas, no
pagarán los moros de renta de las haciendas y tierras realengas más de aquello
que justamente pareciere que deben pagar conforme al valor y calidad dellas.
»Que los jueces, alcaldes y gobernadores que sus
altezas hubieren de poner en la ciudad de Granada y su tierra, serán personas
tales que honrarán a los moros y los tratarán amorosamente, y les guardarán
estas capitulaciones; y que si alguno hiciere cosa indebida, sus altezas lo
mandarán mudar y castigar.
»Que sus altezas y sus sucesores no pedirán ni
demandarán al rey Abdilehi ni a otra persona alguna de las contenidas en estas
capitulaciones, cosa que hayan hecho, de cualquier condición que sea, hasta el
día de la entrega de la ciudad y de las fortalezas.
»Que ningún alcaide, escudero ni criado del rey
Zagal no terná cargo ni mando en ningún tiempo sobre los moros de Granada.
»Que por hacer bien y merced al rey Abí Abdilehi
y a los vecinos y moradores de Granada y de su Albaicín y arrabales, mandarán
que todos los moros captivos, así hombres como mujeres, que estuvieren en poder
de cristianos, sean libres sin pagar cosa alguna, los que se hallaren en la Andalucía dentro de
cinco meses, y los que en Castilla dentro de ocho; y que dos días después que
los moros hayan entregado los cristianos captivos que hubiere en Granada, sus
altezas les mandarán entregar doscientos moros y moras. Y demás desto pondrán
en libertad a Aben Adrami, que está en poder de Gonzalo Hernández de Córdoba, y
a Hozmin, que está en poder del conde de Tendilla, y a Reduan, que lo tiene el
conde de Cabra, y a Aben Mueden y al hijo del alfaquí Hademi, que todos son
hombres principales vecinos de Granada, y a los cinco escuderos que fueron
presos en la rota de Brahem Abencerrax, sabiéndose dónde están.
»Que todos los moros de la Alpujarra que vinieren a
servicio de sus altezas darán y entregarán dentro de quince días todos los
captivos cristianos que tuvieren en su poder, sin que se les dé cosa alguna por
ellos; y que si alguno estuviere igualado por trueco que dé otro moro, sus
altezas mandarán que los jueces se lo hagan dar luego.
»Que sus altezas mandarán guardar las costumbres
que tienen los moros en lo de las herencias, y que en lo tocante a ellas serán
jueces sus cadís.
»Que todos los otros moros, demás de los
contenidos en este concierto, que quisieren venirse al servicio de sus altezas
dentro de treinta días, lo puedan hacer y gozar, dél y de todo lo en él
contenido, excepto de la franqueza de los tres años.
»Que los hadices y rentas de las mezquitas, y
las limosnas y otras cosas que se acostumbran dar a las mudarazas y estudios y
escuelas donde enseñan a los niños, quedarán a cargo de los alfaquís para que
los destribuyan y repartan como les pareciere, y que sus altezas ni sus
ministros no se entremeterán en ello ni en parte dello, ni mandarán tomarlas ni
depositarlas en ningún tiempo para siempre jamás.
»Que sus altezas mandarán dar seguro a todos los
navíos de Berbería que estuvieren en los puertos del reino de Granada, para que
se vayan libremente, con que no lleven ningún cristiano captivo, y que mientras
estuvieren en los puertos no consentirán que se les haga agravio ni se les
tomará cosa de sus haciendas; mas si embarcaren o pasaron algunos cristianos
captivos, no les valdrá este seguro, y para ello han de ser visitados a la
partida.
»Que no serán compelidos ni apremiados los moros
para ningún servicio de guerra contra su voluntad, y [150] si sus altezas
quisieren servirse de algunos de a caballo, llamándolos para algún lugar de la Andalucía , les mandarán
pagar su sueldo desde el día que salieren hasta que vuelvan a sus casas.
»Que sus altezas mandarán guardar las ordenanzas
de las aguas de fuentes y acequias que entran en Granada, y no las consentirán
mudar, ni tomar cosa ni parte dellas; y si alguna persona lo hiciere, o echare
alguna inmundicia dentro, será castigado por ello.
»Que si algún captivo moro, habiendo dejado otro
moro en prendas por su rescate, se hubiere huido a la ciudad de Granada o a los
lugares de su tierra, sea libre, y no obligado el uno ni el otro a pagar el tal
rescate, ni las justicias le compelan a ello.
»Que las deudas que hubiere entre los moros con
recaudos y escrituras se mandarán pagar con efeto, y que por virtud de la
mudanza de señorío no se consentirá sino que cada uno pague lo que debe.
»Que las carnicerías de los cristianos estarán
apartadas de las de los moros, y no se mezclarán los bastimentos de los unos
con los de los otros; y si alguno lo hiciere, será por ello castigado.
»Que los judíos naturales de Granada y de su
Albaicín y arrabales, y los de la
Alpujarra y de todos los otros lugares contenidos en estas
capitulaciones, gozarán dellas, con que los que no hubieren sido cristianos se
pasen a Berbería dentro de tres años, que corran desde 8 de diciembre deste
año.
»Y que todo lo contenido en estas capitulaciones
lo mandarán sus altezas guardar desde el día que se entregaren las fortalezas
de la ciudad de Granada en adelante. De lo cual mandaron dar, y dieron su carta
y provisión real firmada de sus nombres, y sellada con su sello, y refrendada
de Hernando de Zafra, su secretario, su fecha en el real de la vega de Granada,
a 28 días del mes de noviembre del año de nuestra salvación 1491.»
Estas capitulaciones acompañaron sus altezas con
una carta misiva, a manera de provisión, porque fueron avisados que el rey
Abdilehi estaba arrepentido, y de secreto impedía el efeto dellas, como
acontece a los que ven que han de mudar estado de señor a vasallo, que cuantas
horas tiene el día, tantas mudanzas hace su corazón; y no era sólo él, porque muchos
de los ciudadanos, especialmente la gente de guerra, lo estaban ya. Mas la
carta fue de tanto efeto, que entre miedo y vergüenza no pudieron dejar de
hacer lo capitulado por Abí Cacem el Maleh, especialmente viendo, cómo en efeto
veían, que a gente vencida ningunas condiciones se podían dar más honrosas ni
con menos gravamen; y todos deseaban ver ya llegada la hora de la entrega de
las fortalezas, para poder gozar de la paz, que tan innecesaria les era. El
tenor de la carta decía desta manera:
«Don Hernando y doña
Isabel, por la gracia de Dios, reyes de Castilla, de León, de Aragón, de
Cicilia, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de
Cerdeña, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, de los Algarbes, de Algecira y
Gibraltar; conde y condesa de Barcelona; señores de Vizcaya y de Molina; duques
de Atenas y de Neopatria; condes de Ruisellón y de Cerdania; marqués de Oristán
y de Goziano, etc. A los alcaides, cadís, sabios, letrados, alfaquís,
alguaciles, escuderos, ancianos y hombres buenos, y gente común, chicos y
grandes, de la muy gran ciudad de Granada y Albaicín, hacémosos saber como
estamos determinados tener esa ciudad cercada desde ésta que mandamos edificar,
poner este ejército en la parte de la
Vega que fuere necesario, hasta que, Dios queriendo, nuestra
intención y voluntad se cumpla. Esto tened por cierto. Y juramos por el alto
Dios que es verdad, y quien otra cosa en contrario os dijere, es vuestro
enemigo. Nos por la presente os amonestamos que con brevedad vengáis a nuestro
servicio, y no seáis causa de vuestra perdición, como lo fueron los de Málaga,
que no quisieron creernos, y estuvieron en su pertinacia, siguiendo la vía de
los simples, hasta que se perdieron. Si con brevedad viniéredes a nuestro
servicio, remuneraros lo hemos con bien; y si nos entregáredes las fortalezas,
aseguraremos vuestras personas y bienes; y el que quisiere pasará las partes de
África, vaya con bien, y el que quisiere quedar, estese en su casa con todos
sus bienes v hacienda, como lo estaba antes de agora. Esto hacemos porque los
granadinos sois buena gente, nobles y principales, y os queremos por nuestros
servidores, y tenemos intención de haceros mercedes, y os prometemos y juramos
por nuestra fe y palabra real que si con brevedad y de vuestra voluntad nos
quisiéredes servir y entrar debajo de nuestro poderío real, y nos entregáredes
las fortalezas, podrá cada uno de vosotros salir a labrar sus heredades, y
andar por do quisiere en nuestros reinos a buscar su pro donde lo hubiere; y os
mandaremos dejar en vuestra ley y costumbres, y con vuestras mezquitas, como
agora estáis; y el que quisiere pasar allende, podrá vender sus bienes a quien
quisiere y cuando quisiere; y le mandaremos pasar con brevedad, queriendo ir en
nuestros navíos, sin que por ello sea obligado a pagar cosa alguna. Y pues
nuestra voluntad es de haceros todo bien y merced, y es vuestra utilidad y
provecho, determinaos con brevedad, y venid a nuestro servicio, y enviad presto
uno de vosotros que nos venga a hablar, asentar, capitular y concluir estas
cosas, que para ello os damos veinte días de término, dentro de los cuales se
efetúen. Ved agora lo que es vuestro provecho, y libertad vuestros cuerpos de
muerte y captiverio. Y si pasado el dicho término no hubiéredes venido a
nuestro servicio, no nos culparéis, sino a vosotros mesmos, porque os juramos
por nuestra fe que pasado, no os admitiremos ni oiremos más palabra sobre ello.
En vuestra mano está el bien o el mal: escoged lo que os pareciere; que con
esto alimpiaremos nuestra faz con Dios altísimo. Fecha en nuestro real de la
vega de Granada, a 29 días del mes de noviembre, año de 1491. -Yo el Rey. -Yo la Reina.
-Por mandado del Rey y de la
Reina , Hernando de Zafra.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario